miércoles, 17 de noviembre de 2010

Karakum o el enigma de las 4.000 tumbas

La civilización de Margush, precursora del zoroastrismo, desapareció hace más de 3.000 años en el corazón de Asia Central. Pero en Gonur-Depé (la Colina Gris) un laberinto de pasadizos, ruinas de templos, palacios y salas de sacrificios, recuerdan su esplendor gracias al esfuerzo del legendario arqueólogo Víctor Sarianidi.

En la edad del Bronce, estas ruinas fueron la ciudad más importante de Margush, un país conocido como Margiana por los griegos y mencionado en las antiguas inscripciones persas y en el Avesta, el libro sagrado de los seguidores de Zoroastro.Un laberinto de pasadizos en la arena se pierde entre las dunas ocres y los espinos resecos. Delimitados por muros derruidos se suceden los recintos rectangulares, restos de templos, palacios, salas de sacrificios, necrópolis y aposentos de una comunidad que, en opinión del arqueólogo, fue urbana y estratificada socialmente.

Margush apareció entre los años 2250 y 2300 antes de Cristo en las riberas del río Murgab, y desapareció cerca de mil años más tarde. Sus fundadores llegaron desde la actual Siria y se establecieron en los oasis próximos al Murgab. Cuando el río se desplazó, se fueron como habían llegado. El Murgab fluye hoy a un centenar de kilómetros por la ciudad de Marí, la segunda de Turkmenistán, cercana a la antigua Merv, en la ruta de la seda y de las expediciones de Alejandro Magno. Sarianidi comenzó a excavar aquí en 1972 en una expedición de la Academia de Ciencias de la URSS. Sigue viniendo regularmente, excepto en verano, cuando las temperaturas de 50º imposibilitan el trabajo. En cada expedición desentierra estatuas, cerámicas, joyas y vasijas de oro y de plata, arpones, sables, cuchillos y ruedas de bronce, esqueletos humanos, de caballos, asnos, corderos y perros.

Con los objetos se multiplican las preguntas. ¿Quiénes eran los habitantes de Margush? Sarianidi cree que fueron precursores de las doctrinas de Zoroastro (difundidas seis siglos antes de Cristo), pero esta hipótesis es la parte más polémica de su trabajo.

Sarianidi ha realizado dos descubrimientos de importancia mundial en su larga carrera. Su nombre está unido a la región de Bactriana (cuya capital, Bactria, es la actual Balj, en la zona de Mashar-e-Sharif, en Afganistán) y al país de Margush. A finales de los años setenta, el investigador descubrió el tesoro de Bactria, formado por numerosas joyas de oro de gran belleza.

Sobre el tesoro de Bactria se han escrito leyendas, pero Sarianidi afirma que todas sus piezas se conservaron gracias a los funcionarios del Banco Central de Afganistán, que en un heroico pacto de silencio impidieron que los talibanes se apoderaran de ellas. Invitado por los norteamericanos a Kabul, Sarianidi certificó que las joyas del tesoro de Bactria eran las que él mismo había clasificado.

El tesoro de Bactria demostraba la interrelación e interpenetración cultural y estética de Oriente y Occidente, de lo helénico y lo mediterráneo con lo oriental y lo chino. Los hallazgos de Margush son anteriores y demuestran que ya en el tercer milenio antes de Cristo la civilización en el espacio euroasiático era un todo conectado y no una suma de culturas aisladas. En Margush convergen "un impulso muy fuerte" surgido de Mesopotamia y otro de la civilización de la India, afirma Tigrán Mkrtychev, director adjunto del Museo de Arte Oriental de Moscú. En Margush "se cierra el mundo antiguo". "Su descubrimiento ha mostrado que la civilización era más amplia, más poderosa de lo que se suponía, y que tenía un centro de civilización urbana entre Mesopotamia y la antigua India", dice el experto. En Gonur-Depé y en Bactria, Sarianidi descubrió parecidos sellos metálicos, en los que un hombre o un niño conducen a un camello con una cuerda. "Los de Bactriana y los de Margiana no necesitaban traductores. Eran el mismo pueblo", afirma.

Según el arqueólogo, Margush tiene una superficie de 3.000 kilómetros cuadrados (50 kilómetros de ancho y 60 de largo). En Gonur-Depé, las excavaciones cubren 40 hectáreas. Con Nadezhda Dúbova como guía, recorremos el palacio del rey, donde el máximo dirigente vivía solo. En torno a este núcleo hay tres murallas. La primera está jalonada por torres, y en torno a la segunda están, al norte, el santuario real y la zona de banquetes colectivos; al oeste, el templo de los sacrificios; al sur, el del agua y dos piscinas, una grande y una pequeña, así como la necrópolis real; y al este, el templo del fuego. "Al despertarse, antes de empezar la jornada, aquellas gentes hacían sus sacrificios al fuego y al sol, rezaban sus oraciones y puede que incluso se bañaran en la piscina grande, cerca del río", dice Sarianidi.

Los arqueólogos han reforzado las paredes de adobe para que no sean erosionadas por la lluvia y el viento a los que han quedado expuestas. Son muros de gran espesor y no hay huellas de ventanas. En opinión de Dúbova, estos espacios tal vez fueran iluminados indirectamente desde la conjunción entre los muros y el techo. En Gonur-Depé y sus alrededores hay más de 4.000 tumbas. Cerca de una quincena son las llamadas tumbas reales, que fueron saqueadas en parte a lo largo de los siglos. Aun así, de ellas han salido preciosos hallazgos, como una vasija de oro de un kilo y medio y 18 vasijas de plata, una de las cuales está decorada con un magnífico camello. El Museo del Louvre de París se ofreció a restaurar estas piezas y a organizar una exposición. Pero los turcomanos tuvieron miedo. ¿Y si de repente les falsificaban las obras de arte y les devolvían copias? ¿Y si el avión se caía? Hoy, el tesoro real está disperso en diversos museos de Turkmenistán, y algunos objetos, como la jarra decorada con el majestuoso camello, corren peligro de oxidarse y necesitan una urgente y cualificada restauración, afirma Dúbova. Otra, como el mosaico del dragón alado que mata a una serpiente, cuelga "cabeza abajo" en el museo de Marí, afirma la antropóloga.

Sarianidi ha encontrado diversos tipos de enterramientos en Gonur-Depé. En uno de ellos vemos una carreta de cuatro ruedas y esqueletos de diversos animales dispuestos en un orden que los arqueólogos no aciertan aún a descifrar. Este año se han desenterrado gran cantidad de terracotas, hombres y mujeres con sus atributos sexuales, grandes narices y alas en lugar de brazos. Las figuras femeninas podrían ser diosas de la fertilidad, pero en ese caso las tumbas no serían el lugar más apropiado para ellas. Los personajes importantes de Gonur-Depé se iban al otro mundo acompañados de animales y esclavos. En una de las tumbas hay un grupo de personas que parecen haber sido sacrificadas de rodillas. También consumían una bebida mágica alucinógena y, según Nadezhda Dúbova, aún se discute si su receta era a base de hongos o de hierbas.

Fuente: El País
Fecha: 07/11/2010

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