Aunque un siglo de neurología ha mostrado que el cerebro está hecho de centenares de módulos especializados, la genética no ha encontrado lo que cabría esperar de ello: centenares de genes específicos de cada módulo. La gran excepción es FoxP2, "el gen del lenguaje", cuyas mutaciones eliminan la capacidad humana del habla.
Una paradoja es que el gen existe en todos los vertebrados, y que nuestra versión sólo difiere en dos detalles de la del chimpancé. Pero Daniel Geschwind y su equipo de la Universidad de California muestran que esa mínima diferencia tiene efectos drásticos en las neuronas humanas.
Anthony Monaco y sus colaboradores de la Universidad de Oxford descubrieron en 2000 un gen cuyas mutaciones destruyen la competencia gramatical sin afectar necesariamente a otras funciones intelectuales. En la familia que analizaron, 15 de 29 miembros a lo largo de tres generaciones se mostraban incapaces de distinguir los fonemas dentro de una palabra, de generar inflexiones a partir de una raíz, de comprenderlas si no las habían aprendido previamente de memoria y de producir con naturalidad estructuras sintácticas. Los investigadores pudieron demostrar que la responsable de todos esos defectos era una mutación en FoxP2. Se le conoce desde entonces como el "gen del lenguaje".
En los pájaros, el gen FoxP2 está implicado en el canto. Más en general, en las especies vocales (o que emiten algún sonido por la boca) el gen afecta a la coordinación de los músculos implicados en la vocalización. Pero, más en general aún, FoxP2 es necesario para la coordinación de los movimientos en los vertebrados, incluidos los movimientos faciales. "Los problemas para organizar las secuencias motoras, o con el aprendizaje de procedimientos, incluidos los de la cara y la boca, se pueden manifestar en la especie humana como un trastorno del lenguaje", explican en Nature Martín Domínguez y Pasko Rakic, neurobiólogos de la Universidad de Yale.
FoxP2 ha resultado ser uno de los genes más estables a lo largo de la evolución que se conocen. Un gen es un texto que contiene la información para fabricar una proteína. Éstas son largas cadenas de aminoácidos. La proteína FoxP2 es una cadena de 715 aminoácidos. El gen humano y el del ratón sólo difieren en tres de los 715, y una de ellas es común al ratón y al chimpancé. Sólo las otras dos son específicamente humanas.
Pero FoxP2 es un gen que regula a otros genes. Geschwind ha rastreado el genoma entero en busca de los genes controlados por el FoxP2 humano y ha buscado las diferencias con la misma red regulada por el FoxP2 del chimpancé. "Hemos encontrado que un número importante de esos genes se activan de forma distinta en el cerebro humano y el del chimpancé", dice Geschwind. "Esto indica que FoxP2 conduce a estos genes a comportarse de modo distinto en las dos especies".
Los autores han identificado 65 genes subordinados que no hacen distingos de especie: responden igual al FoxP2 humano que al de los monos; pero también hay 61 genes que se activan más por el FoxP2 humano que por el del chimpancé, y otros 55 que hacen justo lo contrario. De modo que la pequeña diferencia en la secuencia de FoxP2 tiene un efecto nada pequeño en la actividad del genoma de las neuronas. El estudio de esos genes permitirá ahora seguir la pista a la evolución del lenguaje.
Autor: Javier Sampedro
Fuente: El País Digital
Fecha: 12/11/2009
Una paradoja es que el gen existe en todos los vertebrados, y que nuestra versión sólo difiere en dos detalles de la del chimpancé. Pero Daniel Geschwind y su equipo de la Universidad de California muestran que esa mínima diferencia tiene efectos drásticos en las neuronas humanas.
Anthony Monaco y sus colaboradores de la Universidad de Oxford descubrieron en 2000 un gen cuyas mutaciones destruyen la competencia gramatical sin afectar necesariamente a otras funciones intelectuales. En la familia que analizaron, 15 de 29 miembros a lo largo de tres generaciones se mostraban incapaces de distinguir los fonemas dentro de una palabra, de generar inflexiones a partir de una raíz, de comprenderlas si no las habían aprendido previamente de memoria y de producir con naturalidad estructuras sintácticas. Los investigadores pudieron demostrar que la responsable de todos esos defectos era una mutación en FoxP2. Se le conoce desde entonces como el "gen del lenguaje".
En los pájaros, el gen FoxP2 está implicado en el canto. Más en general, en las especies vocales (o que emiten algún sonido por la boca) el gen afecta a la coordinación de los músculos implicados en la vocalización. Pero, más en general aún, FoxP2 es necesario para la coordinación de los movimientos en los vertebrados, incluidos los movimientos faciales. "Los problemas para organizar las secuencias motoras, o con el aprendizaje de procedimientos, incluidos los de la cara y la boca, se pueden manifestar en la especie humana como un trastorno del lenguaje", explican en Nature Martín Domínguez y Pasko Rakic, neurobiólogos de la Universidad de Yale.
FoxP2 ha resultado ser uno de los genes más estables a lo largo de la evolución que se conocen. Un gen es un texto que contiene la información para fabricar una proteína. Éstas son largas cadenas de aminoácidos. La proteína FoxP2 es una cadena de 715 aminoácidos. El gen humano y el del ratón sólo difieren en tres de los 715, y una de ellas es común al ratón y al chimpancé. Sólo las otras dos son específicamente humanas.
Pero FoxP2 es un gen que regula a otros genes. Geschwind ha rastreado el genoma entero en busca de los genes controlados por el FoxP2 humano y ha buscado las diferencias con la misma red regulada por el FoxP2 del chimpancé. "Hemos encontrado que un número importante de esos genes se activan de forma distinta en el cerebro humano y el del chimpancé", dice Geschwind. "Esto indica que FoxP2 conduce a estos genes a comportarse de modo distinto en las dos especies".
Los autores han identificado 65 genes subordinados que no hacen distingos de especie: responden igual al FoxP2 humano que al de los monos; pero también hay 61 genes que se activan más por el FoxP2 humano que por el del chimpancé, y otros 55 que hacen justo lo contrario. De modo que la pequeña diferencia en la secuencia de FoxP2 tiene un efecto nada pequeño en la actividad del genoma de las neuronas. El estudio de esos genes permitirá ahora seguir la pista a la evolución del lenguaje.
Autor: Javier Sampedro
Fuente: El País Digital
Fecha: 12/11/2009
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