Derivado de una serie de análisis oseológicos, así como de estudios radiológicos y de ADN óseo, realizados por especialistas de la Dirección de Antropología Física del Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH) y del Instituto Nacional de la Nutrición (INN), se confirmó la presencia de tuberculosis pulmonar y vertebral en las sociedades del México prehispánico, específicamente en la zona de Chalchihuites, Zacatecas.
Así lo dieron a conocer los arqueólogos Guillermo Córdova Tello y Estela Martínez Mora, coordinadores de los trabajos de rescate arqueológico en ese sitio, al participar con la charla “Tratamiento mortuorio a los niños del Chalchihuites prehispánico”, como parte del IV Coloquio de Arqueología “Especialización en técnicas y enfoques recientes aplicados en la arqueología”, que desde hoy y hasta el viernes 28, se desarrolla en el Museo del Templo Mayor.Durante la sesión, los especialistas se refirieron a los nueve entierros encontrados en Pajones, enclavado en la región de Chalchihuites, en los límites de los estados de Durango y Zacatecas. Ahí encontraron dos tipos de enterramientos: los del costado Oeste de la estructura piramidal que se encontraban casi en la superficie y que corresponden a niños, identificados como ofrendas a dicha estructura; mientras que los del área de cuartos son totalmente diferentes, se localizaron al lado de la estructura y debajo del piso.
Estela Martínez Mora se refirió ampliamente al entierro nueve, proveniente de la zona de cuartos, del que inicialmente se pensó que era hombre por determinadas características, pero que conforme avanzó la investigación a cargo de doctora Patricia Olea Hernández, del doctorado en Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), se determinó que se trataba de una mujer de aproximadamente 30 años que presentaba una serie de patologías y deformaciones.
Se encontró un cráneo robusto y fuerte con inserciones musculares en la parte posterior, además de huellas de una banda que se asocia con el uso constante del mecapal. En los huesos largos presenta deformidades como torsiones y afilamientos, que denotan un esfuerzo físico muy fuerte y por mucho tiempo. Esto hace presumir que trabajó fuertemente tanto con las extremidades inferiores como superiores, por lo que se infiere que estaba dedicada a la minería.
La tibia presentaba una deformación que los antropólogos físicos denominan “forma de sable”, característica de quien padeció sífilis, pero al analizar la columna vertebral que mostraba una curvatura inusual, la doctora Hernández se percató de lesiones características de tuberculosis vertebral generadas por una gran cantidad de abscesos, por lo que solicitó el apoyo del Instituto Nacional de Nutrición para que los restos óseos fueran sometidos a estudios radiológicos y de ADN.
Martínez Mora señaló que el resultado de los estudios confirmó que efectivamente se trata de caries tuberculosa o Mal de Pott. Adicionalmente, el estudio de ADN óseo permitió diagnosticar que la tuberculosis en la columna vertebral fue consecuencia de que inicialmente, la mujer padeció esa enfermedad en la región pulmonar. Y recordó que hace más de 25 años, diversos investigadores mencionaron la existencia de tuberculosis en las sociedades prehispánicas.De esta suerte, observó la arqueóloga, los estudios conjuntos de la Dirección de Antropología Física del INAH y del Instituto Nacional de la Nutrición, no dejan lugar a dudas de que al menos en el área de Chalchihuites había tuberculosis pulmonar y vertebral.
Respecto de los cinco enterramientos-ofrenda a la estructura piramidal, destacó que se trata de infantes del sexo femenino, de entre seis meses y tres años. En todos los casos son entierros primarios que presentan deformaciones craneanas u óseas, así como diversas patologías que en la mayoría de los casos les llevaron a la muerte.
Algo que tanto a ella como a su equipo llamó la atención, fue la disposición de los cuerpos, ya que los entierros 2, 4 y 5 formaban una especie de semicírculo, dentro del cuál se halló un cráneo en cuyo interior fueron depositados la mandíbula, la tibia, la clavícula, etcétera. Se trata de un entierro secundario, es decir, que sufrió el proceso de putrefacción y que probablemente en una ceremonia fue redepositado con los huesos, piedras y cuentas verdes dentro del cráneo.
Añadió que debido a que no se ha obtenido carbono en el área, se ha adjudicado juna una cronología relativa a estos entierros, de entre 750 y 900.
Acerca de los enterramientos en el área de cuartos, Estela Martínez Mora afirmó que sobresale uno de ellos porque es el único adulto. Refirió que hasta el momento se considera el único individuo masculino, aunque como en el caso del entierro 3, la doctora Patricia Olea Hernández, recomienda confirmarlo a través del estudio de ADN, pues murió aproximadamente a los seis meses de edad, lo que hace muy difícil establecer con precisión el género.
Hizo énfasis también en el entierro siete, otro cráneo de un niño de tres años, con una deformación fronto occipital y lobulada impresionante y su mandíbula apenas comparable al tamaño de una órbita del ojo. Al limpiar el cráneo descubrieron una perforación cuadrangular que creyeron era una lesión subcraneana intencional para aliviar dolor.
Sin embargo, tras una observación con microscopio, se determinó que las cicatrices correspondían a una trepanación quizás para aliviar el dolor provocado por la deformación del cráneo.
Para concluir, Guillermo Córdova Tello y Estela Martínez Mora, hicieron notar que de acuerdo con los estudios arqueológicos, de antropología física y patológicos, es claro que en Chalchihuites la salud de los niños, no era un tema prioritario y que las anomalías físicas fueron factor de ritos ceremoniales.
Fuente: Conaculta
Fecha: 25/08/2009
Así lo dieron a conocer los arqueólogos Guillermo Córdova Tello y Estela Martínez Mora, coordinadores de los trabajos de rescate arqueológico en ese sitio, al participar con la charla “Tratamiento mortuorio a los niños del Chalchihuites prehispánico”, como parte del IV Coloquio de Arqueología “Especialización en técnicas y enfoques recientes aplicados en la arqueología”, que desde hoy y hasta el viernes 28, se desarrolla en el Museo del Templo Mayor.Durante la sesión, los especialistas se refirieron a los nueve entierros encontrados en Pajones, enclavado en la región de Chalchihuites, en los límites de los estados de Durango y Zacatecas. Ahí encontraron dos tipos de enterramientos: los del costado Oeste de la estructura piramidal que se encontraban casi en la superficie y que corresponden a niños, identificados como ofrendas a dicha estructura; mientras que los del área de cuartos son totalmente diferentes, se localizaron al lado de la estructura y debajo del piso.
Estela Martínez Mora se refirió ampliamente al entierro nueve, proveniente de la zona de cuartos, del que inicialmente se pensó que era hombre por determinadas características, pero que conforme avanzó la investigación a cargo de doctora Patricia Olea Hernández, del doctorado en Antropología Física de la Escuela Nacional de Antropología e Historia (ENAH), se determinó que se trataba de una mujer de aproximadamente 30 años que presentaba una serie de patologías y deformaciones.
Se encontró un cráneo robusto y fuerte con inserciones musculares en la parte posterior, además de huellas de una banda que se asocia con el uso constante del mecapal. En los huesos largos presenta deformidades como torsiones y afilamientos, que denotan un esfuerzo físico muy fuerte y por mucho tiempo. Esto hace presumir que trabajó fuertemente tanto con las extremidades inferiores como superiores, por lo que se infiere que estaba dedicada a la minería.
La tibia presentaba una deformación que los antropólogos físicos denominan “forma de sable”, característica de quien padeció sífilis, pero al analizar la columna vertebral que mostraba una curvatura inusual, la doctora Hernández se percató de lesiones características de tuberculosis vertebral generadas por una gran cantidad de abscesos, por lo que solicitó el apoyo del Instituto Nacional de Nutrición para que los restos óseos fueran sometidos a estudios radiológicos y de ADN.
Martínez Mora señaló que el resultado de los estudios confirmó que efectivamente se trata de caries tuberculosa o Mal de Pott. Adicionalmente, el estudio de ADN óseo permitió diagnosticar que la tuberculosis en la columna vertebral fue consecuencia de que inicialmente, la mujer padeció esa enfermedad en la región pulmonar. Y recordó que hace más de 25 años, diversos investigadores mencionaron la existencia de tuberculosis en las sociedades prehispánicas.De esta suerte, observó la arqueóloga, los estudios conjuntos de la Dirección de Antropología Física del INAH y del Instituto Nacional de la Nutrición, no dejan lugar a dudas de que al menos en el área de Chalchihuites había tuberculosis pulmonar y vertebral.
Respecto de los cinco enterramientos-ofrenda a la estructura piramidal, destacó que se trata de infantes del sexo femenino, de entre seis meses y tres años. En todos los casos son entierros primarios que presentan deformaciones craneanas u óseas, así como diversas patologías que en la mayoría de los casos les llevaron a la muerte.
Algo que tanto a ella como a su equipo llamó la atención, fue la disposición de los cuerpos, ya que los entierros 2, 4 y 5 formaban una especie de semicírculo, dentro del cuál se halló un cráneo en cuyo interior fueron depositados la mandíbula, la tibia, la clavícula, etcétera. Se trata de un entierro secundario, es decir, que sufrió el proceso de putrefacción y que probablemente en una ceremonia fue redepositado con los huesos, piedras y cuentas verdes dentro del cráneo.
Añadió que debido a que no se ha obtenido carbono en el área, se ha adjudicado juna una cronología relativa a estos entierros, de entre 750 y 900.
Acerca de los enterramientos en el área de cuartos, Estela Martínez Mora afirmó que sobresale uno de ellos porque es el único adulto. Refirió que hasta el momento se considera el único individuo masculino, aunque como en el caso del entierro 3, la doctora Patricia Olea Hernández, recomienda confirmarlo a través del estudio de ADN, pues murió aproximadamente a los seis meses de edad, lo que hace muy difícil establecer con precisión el género.
Hizo énfasis también en el entierro siete, otro cráneo de un niño de tres años, con una deformación fronto occipital y lobulada impresionante y su mandíbula apenas comparable al tamaño de una órbita del ojo. Al limpiar el cráneo descubrieron una perforación cuadrangular que creyeron era una lesión subcraneana intencional para aliviar dolor.
Sin embargo, tras una observación con microscopio, se determinó que las cicatrices correspondían a una trepanación quizás para aliviar el dolor provocado por la deformación del cráneo.
Para concluir, Guillermo Córdova Tello y Estela Martínez Mora, hicieron notar que de acuerdo con los estudios arqueológicos, de antropología física y patológicos, es claro que en Chalchihuites la salud de los niños, no era un tema prioritario y que las anomalías físicas fueron factor de ritos ceremoniales.
Fuente: Conaculta
Fecha: 25/08/2009
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