Las investigaciones arqueológicas realizadas en el entorno de la iglesia de Baños de Río Tobía ponen de manifiesto que el lugar fue ocupado en época prehistórica como un pequeño asentamiento. En el mismo han aparecido restos cerámicos romanos de los siglos II y III, como si perteneciera a una vieja explotación agrícola relacionada con otros yacimientos más notables de la zona.
Las primeras investigaciones realizadas en las obras de las inmediaciones de la iglesia de San Pelayo retrotraen la historia oficial y oficiosa varios siglos. Toda la cronología se limitaba hasta ahora a escritos muy tardíos cuando los yacimientos del entorno sumaban muchos siglos más.
La intervención de urgencia realizada por la empresa Arquerioja aporta nuevos datos para el estudio. Dos silos excavados en el sustrato natural. Uno de ellos fue excavado. Según afirman, estaba casi colmatado exclusivamente por cenizas, adobes cocidos y cantos rodados, con abundantes desechos domésticos de tipo cerámico y óseo.
La cerámica, según apuntan, es, en su gran mayoría de cocina, con fondos planos y bordes revueltos, realizadas con pastas grises y cocciones reductoras. La colmatación del silo se produjo en torno al siglo XI y XII. Pero, según aseguran «no podemos decir el momento en el que fue creado, ni las fechas en las que estuvo en uso».
El silo excavado es un lugar de almacenaje de grano, una forma antigua, muy extendida, para conservar el grano de las cosechas. Se trata de un sistema empleado desde el Neolítico. En época medieval, según describen los autores del estudio, «una vez rellenos de grano, se cubría la embocadura con paja» para sellarlo con piedras y cal. Así lo aislaban de la humedad, del aire y de los insectos, con lo que «el grano almacenado consume el oxígeno disponible, desprendiendo gas carbónico...». Así se mantenía en reposo, permitiendo su conservación durante años.
Pero entre todos los elementos localizados en la excavación, destaca la necrópolis medieval. La intervención registró 24 tumbas, todas en terreno natural. La mayoría de planta antropomórfica (13 con cabecera circular y una cuadrangular) y tres de tipo bañera (siglos VIII-IX). Otras siete estaban muy deterioradas. Sólo dos tenían una cubierta con lajas de arenisca y una tercera, con signos de haberla tenido.
Por las dimensiones, fueron enterrados con sudarios o mortajas. Un único enterramiento infantil. Entre adolescencia y los 21 años, dos. El grupo más numeroso, adultos (dos de gran envergadura, 1,80 y 1,84); el resto, entre 1,50 y 1,65.
No había restos de ajuar ni de materiales de la época. Había restos de elementos líticos prehistóricos y de cerámicas de los siglos II al III.
El equipo de investigación no ha datado la fecha de los enterramientos. Aseguran los estudiosos que sería muy osado hacerlo «atendiendo exclusivamente a su tipología». Por ello han seleccionado tres muestras para su análisis mediante carbono 14 en Estados Unidos.
En definitiva, una zona ocupada desde la prehistoria, como tantas de las lomas del Najerilla, con presencia romana y restos de hogueras.
Fuente: La Rioja
Fecha: 12/07/2010
Las primeras investigaciones realizadas en las obras de las inmediaciones de la iglesia de San Pelayo retrotraen la historia oficial y oficiosa varios siglos. Toda la cronología se limitaba hasta ahora a escritos muy tardíos cuando los yacimientos del entorno sumaban muchos siglos más.
La intervención de urgencia realizada por la empresa Arquerioja aporta nuevos datos para el estudio. Dos silos excavados en el sustrato natural. Uno de ellos fue excavado. Según afirman, estaba casi colmatado exclusivamente por cenizas, adobes cocidos y cantos rodados, con abundantes desechos domésticos de tipo cerámico y óseo.
La cerámica, según apuntan, es, en su gran mayoría de cocina, con fondos planos y bordes revueltos, realizadas con pastas grises y cocciones reductoras. La colmatación del silo se produjo en torno al siglo XI y XII. Pero, según aseguran «no podemos decir el momento en el que fue creado, ni las fechas en las que estuvo en uso».
El silo excavado es un lugar de almacenaje de grano, una forma antigua, muy extendida, para conservar el grano de las cosechas. Se trata de un sistema empleado desde el Neolítico. En época medieval, según describen los autores del estudio, «una vez rellenos de grano, se cubría la embocadura con paja» para sellarlo con piedras y cal. Así lo aislaban de la humedad, del aire y de los insectos, con lo que «el grano almacenado consume el oxígeno disponible, desprendiendo gas carbónico...». Así se mantenía en reposo, permitiendo su conservación durante años.
Pero entre todos los elementos localizados en la excavación, destaca la necrópolis medieval. La intervención registró 24 tumbas, todas en terreno natural. La mayoría de planta antropomórfica (13 con cabecera circular y una cuadrangular) y tres de tipo bañera (siglos VIII-IX). Otras siete estaban muy deterioradas. Sólo dos tenían una cubierta con lajas de arenisca y una tercera, con signos de haberla tenido.
Por las dimensiones, fueron enterrados con sudarios o mortajas. Un único enterramiento infantil. Entre adolescencia y los 21 años, dos. El grupo más numeroso, adultos (dos de gran envergadura, 1,80 y 1,84); el resto, entre 1,50 y 1,65.
No había restos de ajuar ni de materiales de la época. Había restos de elementos líticos prehistóricos y de cerámicas de los siglos II al III.
El equipo de investigación no ha datado la fecha de los enterramientos. Aseguran los estudiosos que sería muy osado hacerlo «atendiendo exclusivamente a su tipología». Por ello han seleccionado tres muestras para su análisis mediante carbono 14 en Estados Unidos.
En definitiva, una zona ocupada desde la prehistoria, como tantas de las lomas del Najerilla, con presencia romana y restos de hogueras.
Fuente: La Rioja
Fecha: 12/07/2010
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