Un sonido leve y metálico, como cuando cae una moneda al suelo, atrajo la atención de quienes trabajábamos en un área del yacimiento arqueológico de Hatsor, en Galilea. La chica que excavaba el lugar de donde provino el sonido, alzó dos pequeños objetos y corrió hacia nosotros.
Había descubierto unos pendientes de oro de más de 3.000 años de antigüedad. Vale decir, de la época en que los cananeos ocupaban la mayor parte del territorio que hoy corresponde al Estado de Israel.
Las joyas pertenecieron, sin duda, a una dama de alcurnia. Quizá una sacerdotisa que los dejó caer en su huida, pues el Antiguo Testamento cuenta que allá por el siglo XII a.C, los israelitas tomaron la ciudad cananea de Hatsor y le prendieron fuego. Más tarde los invasores construyeron su propia ciudad en la misma colina. La urbe de los israelitas fue destruida a su vez por los asirios, en 732 a.C.
Son pocos los arqueólogos (o los voluntarios 'amateur' como el que escribe) que tienen la suerte de encontrar un objeto manufacturado y no sus fragmentos. Por ello, cuando una pieza completa aparece (incluso el tosco horno de barro que yo encontré), la gente se pone eufórica.
No es lo mismo cuando aparecen osamentas humanas. Porque, si bien ellas representan un valioso elemento para el estudio de los antiguos pobladores de Tierra Santa, si la noticia se divulga !válganos Dios! Ese mismo día o al siguiente tendríamos a centenares de fanáticos religiosos metidos en la excavación, gritando 'profanadores de tumbas', arrojando una lluvia de piedras e intentando hacer destrozos.
Los judíos ortodoxos creen que si se tocan los huesos de un difunto, ese difunto no podrá resucitar en el día del Juicio Final.
Odio a los arqueólogos
La creencia en la resurrección de los muertos es uno de los dogmas más arraigados en el Judaísmo. Los ortodoxos esgrimen ese dogma como argumento en su 'kulturkampf' pero ocultan los otros motivos, más profundos aún, que tienen para odiar a los arqueólogos.
En el marco de las prospecciones que se vienen realizando desde hace 60 años, en Galilea, el desierto del Neguev pero sobre todo en las colinas de Judea y Samaria (Cisjordania), donde surgieron los primeros poblados israelitas, en la Edad de Hierro; los arqueólogos han hallado firmes evidencias de que los primeros israelitas eran tan paganos como el resto de los pueblos de su vecindario.
En las ruinas de una aldea cerca de Dotán, la única pieza que hallaron los arqueólogos fue la efigie de un toro que es la representación convencional del Baal, dios de las tormentas. Cerca del desierto del Neguev fue hallada una inscripción que mencionaba el nombré explícito del Dios de los hebreos y el de su esposa, Asherá.
De esta inscripción se deduce que, al menos para algunos israelitas, el Dios del que nos habla el Antiguo Testamento, tenía una consorte y ella era nada menos que Asherá, la diosa de la fertilidad de los pueblos del antiguo Oriente Próximo.
Ritos paganos
Lo más hiriente para los ortodoxos que proclaman el monoteísmo como un atributo del pueblo judío desde los tiempos de Abraham, es que en las casas (en ruinas) que ocupaban nuestros ancestros en Jerusalén, hayan aparecido decenas de efigies de divinidades domésticas (protectoras del hogar). ¡El pueblo elegido practicando la idolatría a un palmo de la Casa del Dios Único!.
El hallazgo de esas estatuillas en los niveles correspondientes a la Era de Hierro en Jerusalén, convirtió al difunto Yigal Shiló en el arqueólogo israelí más odiado por la comunidad ortodoxa. Tal es así que cuando Shiló falleció a consecuencia de un cáncer, los rabinos de Mehá Shearim se jactaron de haberle provocado la muerte por medio del rito de pulsa de nura (latigazo de luz, en arameo).
Mi amigo Husein Al Heib, un arqueólogo innato que conoce como nadie las ruinas de Hatsor, dice que el paganismo de los antiguos israelitas, los muestra “como un pueblo perfectamente adaptado al entorno” y mal que les valga a los actuales enemigos de Israel, que lo pintan como un cuerpo extraño en la región.
En realidad, el cuadro que ofrece la arqueología de los antiguos israelitas, no debe sorprender a nadie. ¿Acaso el Antiguo Testamento no describe como los reyes hebreos (malos) y sus vasallos se postraban ante los Baal y las Asherás? Sólo que, las escrituras denotan como una excepción pagana lo que en verdad era la regla.
La mayoría de los expertos coincide en que los judíos adoptaron el monoteísmo puro y duro, a partir de las reformas religiosas del rey Josías, en el siglo VII a.C. y con mayor certidumbre, a partir del exilio de Babel, un siglo más tarde.
Fuente: El Mundo
Fecha: 05/07/2010
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