Unos científicos británicos han extraído el ADN de unos granos de cebada de tres mil años de antigüedad hallados en la región del Nilo Superior, en Egipto.
El análisis genético realizado, además de proporcionar información sobre los métodos agrícolas empleados en aquella época, podría contribuir al desarrollo de nuevas variedades de este cultivo capaces de sobrevivir al cambio climático. Los hallazgos de este estudio se han publicado en la revista Public Library of Science (PLoS) ONE.
La cebada fue el primer cultivo adoptado por el ser humano. Hace 7.000 años ya se plantaba en toda Europa y el norte de África, desde Escandinavia en el Norte hasta Egipto en el Sur. Su gran popularidad entre los primeros agricultores puede deberse a su rápido crecimiento y a su capacidad para resistir distintas condiciones.
La cebada del estudio referido se halló en el yacimiento de Qasr Ibrim, que se ubica entre las primeras y las segundas cataratas del Nilo. Antiguamente, esta zona se encontraba en la frontera entre el Imperio Romano y el Imperio Nubio, y en el transcurso de tres milenios fue ocupada por cinco culturas distintas: nabatea, romana, meroítica, cristiana e islámica. El cultivo de la cebada formó parte de todas estas culturas en esta región.
A primera vista, la cebada cultivada en Qasr Ibrim se asemeja a la cebada silvestre, ya que sólo las flores centrales de la planta tenían granos (lo que se denomina cebada de dos carreras). Este descubrimiento resulta sorprendente, porque hace 8.000 años en el norte de Egipto se cultivaba otra variante de cebada de seis carreras, en la que tanto las flores laterales como las centrales tienen grano, razón por la que esta planta es mucho más productiva.
Es de suponer que las distintas civilizaciones que se asentaron en Qasr Ibrim tenían acceso a la cebada de seis carreras. Entonces, ¿por qué optarían por cultivar otra variedad que, al menos en apariencia, era más primitiva y menos productiva?
Esta cuestión resultó aún más enigmática una vez los científicos analizaron el ADN de los granos de cebada hallados en Qasr Ibrim. Descubrieron que, en lugar de tratarse de una variedad silvestre, en realidad esta cebada descendía de una variedad de seis carreras, puesto que conservaba el gen que motivaba el aspecto propio de las seis carreras. Sin embargo, algún tipo de mutación genética dio lugar a esta variedad de tan sólo dos carreras. Se trata de la primera vez que unos científicos han encontrado una variedad de dos carreras que haya descendido de un antepasado de seis carreras.
Puesto que la cebada de seis carreras produce más granos, en condiciones normales sería de esperar que su rendimiento fuera superior a la de dos carreras. Sin embargo, si ésta última fue la variedad dominante durante tanto tiempo y fue adoptada por todas las culturas que poblaron la zona, la razón debe ser que ofrecía una ventaja poderosa con respecto a la variedad de seis carreras.
«Puede existir una presión que ejerció una selección natural, una situación que favoreció claramente a la variedad de dos carreras. Una causa posible que estamos investigando es la presión hídrica», apuntó Robin Allaby, de la Universidad de Warwick (Reino Unido). «Qasr Ibrim se encuentra en el Nilo Superior, una zona muy árida en comparación con el Nilo Inferior, donde hay vestigios de la variedad de seis carreras. Hay estudios que demuestran que la variedad de dos carreras resiste mejor la escasez de agua.»
Los investigadores sugieren que cada cultura debió probar a plantar la cebada de seis carreras al llegar a esta región y, posteriormente, recurrió a la variedad de dos carreras que usaban en la civilización anterior al constatar que soportaba mejor las condiciones de la zona.
«De este hallazgo se desprenden dos datos importantes. En primer lugar, la fuerte presión de la selección natural debe haber afectado a un gran número de genes por lo que se refiere a la adaptación. Un estudio arqueogenético del ADN de cultivos antiguos como éste, que se habían perdido, podría esclarecer la naturaleza de la presión selectiva y, además, ser de gran utilidad de cara al desarrollo de nuevas variedades de cultivos que ayuden a afrontar los retos que plantea hoy en día el cambio climático», explicó el Dr. Allaby.
«En segundo lugar, el redescubrimiento de este cultivo no hace sino reforzar nuestro respeto por los métodos y planteamientos de los antiguos agricultores. Aquellas civilizaciones antiguas utilizaron durante siglos los cultivos idóneos para su medio. En lugar de usar la cebada de seis carreras, que era mucho más común, optaron por otra variedad portadora de menos granos que en realidad era más efectiva al resistir mejor la presión hídrica.»
Fuente: CORDIS: Servicio de Información en I+D Comunitario
Fecha: 27/07/2009
El análisis genético realizado, además de proporcionar información sobre los métodos agrícolas empleados en aquella época, podría contribuir al desarrollo de nuevas variedades de este cultivo capaces de sobrevivir al cambio climático. Los hallazgos de este estudio se han publicado en la revista Public Library of Science (PLoS) ONE.
La cebada fue el primer cultivo adoptado por el ser humano. Hace 7.000 años ya se plantaba en toda Europa y el norte de África, desde Escandinavia en el Norte hasta Egipto en el Sur. Su gran popularidad entre los primeros agricultores puede deberse a su rápido crecimiento y a su capacidad para resistir distintas condiciones.
La cebada del estudio referido se halló en el yacimiento de Qasr Ibrim, que se ubica entre las primeras y las segundas cataratas del Nilo. Antiguamente, esta zona se encontraba en la frontera entre el Imperio Romano y el Imperio Nubio, y en el transcurso de tres milenios fue ocupada por cinco culturas distintas: nabatea, romana, meroítica, cristiana e islámica. El cultivo de la cebada formó parte de todas estas culturas en esta región.
A primera vista, la cebada cultivada en Qasr Ibrim se asemeja a la cebada silvestre, ya que sólo las flores centrales de la planta tenían granos (lo que se denomina cebada de dos carreras). Este descubrimiento resulta sorprendente, porque hace 8.000 años en el norte de Egipto se cultivaba otra variante de cebada de seis carreras, en la que tanto las flores laterales como las centrales tienen grano, razón por la que esta planta es mucho más productiva.
Es de suponer que las distintas civilizaciones que se asentaron en Qasr Ibrim tenían acceso a la cebada de seis carreras. Entonces, ¿por qué optarían por cultivar otra variedad que, al menos en apariencia, era más primitiva y menos productiva?
Esta cuestión resultó aún más enigmática una vez los científicos analizaron el ADN de los granos de cebada hallados en Qasr Ibrim. Descubrieron que, en lugar de tratarse de una variedad silvestre, en realidad esta cebada descendía de una variedad de seis carreras, puesto que conservaba el gen que motivaba el aspecto propio de las seis carreras. Sin embargo, algún tipo de mutación genética dio lugar a esta variedad de tan sólo dos carreras. Se trata de la primera vez que unos científicos han encontrado una variedad de dos carreras que haya descendido de un antepasado de seis carreras.
Puesto que la cebada de seis carreras produce más granos, en condiciones normales sería de esperar que su rendimiento fuera superior a la de dos carreras. Sin embargo, si ésta última fue la variedad dominante durante tanto tiempo y fue adoptada por todas las culturas que poblaron la zona, la razón debe ser que ofrecía una ventaja poderosa con respecto a la variedad de seis carreras.
«Puede existir una presión que ejerció una selección natural, una situación que favoreció claramente a la variedad de dos carreras. Una causa posible que estamos investigando es la presión hídrica», apuntó Robin Allaby, de la Universidad de Warwick (Reino Unido). «Qasr Ibrim se encuentra en el Nilo Superior, una zona muy árida en comparación con el Nilo Inferior, donde hay vestigios de la variedad de seis carreras. Hay estudios que demuestran que la variedad de dos carreras resiste mejor la escasez de agua.»
Los investigadores sugieren que cada cultura debió probar a plantar la cebada de seis carreras al llegar a esta región y, posteriormente, recurrió a la variedad de dos carreras que usaban en la civilización anterior al constatar que soportaba mejor las condiciones de la zona.
«De este hallazgo se desprenden dos datos importantes. En primer lugar, la fuerte presión de la selección natural debe haber afectado a un gran número de genes por lo que se refiere a la adaptación. Un estudio arqueogenético del ADN de cultivos antiguos como éste, que se habían perdido, podría esclarecer la naturaleza de la presión selectiva y, además, ser de gran utilidad de cara al desarrollo de nuevas variedades de cultivos que ayuden a afrontar los retos que plantea hoy en día el cambio climático», explicó el Dr. Allaby.
«En segundo lugar, el redescubrimiento de este cultivo no hace sino reforzar nuestro respeto por los métodos y planteamientos de los antiguos agricultores. Aquellas civilizaciones antiguas utilizaron durante siglos los cultivos idóneos para su medio. En lugar de usar la cebada de seis carreras, que era mucho más común, optaron por otra variedad portadora de menos granos que en realidad era más efectiva al resistir mejor la presión hídrica.»
Fuente: CORDIS: Servicio de Información en I+D Comunitario
Fecha: 27/07/2009
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