miércoles, 20 de enero de 2010

Antropología Mexicana en cine

INAH edita Cine Antropológico Mexicano; nos acerca a los recovecos sociales.

Una selección de 50 películas mexicanas que exponen la vida cotidiana de los sectores indígena, rural y urbano, conforman el libro Cine Antropológico Mexicano, escrito por Javier González Rubio y Hugo Lara Chávez, quienes señalan que “nos acerca a los recovecos sociales y a las distintas realidades que el país esconde”.

Janitzio, Las Abandonadas, Mecánica Nacional, María Sabina, El Callejón de los milagros, Muxes, La otra conquista y El Niño Fidencio, son algunos del medio centenar de filmes que se incluyen en esta publicación editada por el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta), y que abarca un periodo de 70 años de realización cinematográfica (1931 – 2000).

Presentado anoche en el Museo Nacional de Antropología (MNA), el volumen fue comentado por el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma, el cineasta Arturo Ripstein, el sociólogo José Woldenberg y los autores.

González Rubio señaló que México es un país muy desconocido para todos, “ignoramos lo que hacen otros y por eso quizá nos asombra tanto que haya recovecos sociales casi inimaginables”, apuntó el autor.

En este sentido, comentó que el cine, en ocasiones, nos acerca a esos recovecos para que nuestra mirada intente comprender algo, de tal suerte que la creación fílmica ha sido mucho más inquieta, audaz y atrevida que la literatura. “Sin embargo, la mirada pasa al olvido y con el olvido vuelve a tomar fuerza la indiferencia ante todo lo que vivimos en este país tan diverso y tan mal herido”.

Dada la diferencia generacional de los autores, fue difícil ponerse de acuerdo en la selección de algunas películas, entre ellas, Las abandonadas (1944), de Emilio “Indio” Fernández. “Yo daba la vida por meterla en el libro pero Hugo no quería, aunque finalmente mis argumentos lo convencieron”, dijo González Rubio.

Los autores agradecieron el apoyo del director general del INAH, Alfonso de Maria y Campos, para la realización de la publicación, así como de varias personas que colaboraron en este trabajo arduo y complicado.

Hugo Lara manifestó que el objetivo fue ofrecer una visión panorámica sobre este tema en sus distintas vertientes y ramificaciones, y acercar esta propuesta a los lectores cinéfilos, más que a un público especializado.

En su oportunidad, el arqueólogo Eduardo Matos Moctezuma dijo que aunque “no están todas las que son, pero sí son todas las que están”, apuntó que los dos autores delimitan tres escenarios fundamentales del cine antropológico: el mundo indígena, el rural y el urbano.

De las 50 películas seleccionadas, comentó que la mayoría de ellas son magníficas expresiones de cine etnográfico y de cine costumbrista, aunque aclaró que es conveniente considerar que el cine decía parte de la verdad, pero no toda, y mentía, pero no completamente.

Al hablar de la división que hacen los autores entre cine etnográfico y antropológico, el investigador emérito del INAH comentó que existe una diferencia fundamental entre ambos, ya que el primero son filmaciones realizadas sobre las costumbres religiosas, cotidianas o de cualquier índole de una población determinada en la que no participan actores profesionales, sino que los protagonistas son el pueblo mismo.

Por otra parte, el cine antropológico son filmaciones de los medios rural o urbano, realizadas por actores profesionales que interpretan un determinado rol. “De este modo, siento que el concepto antropológico pudiera resultar demasiado amplio, aunque se argumente por parte de los autores que de no llamarlo así se habría hecho un libro sobre cine mexicano en general”.

Matos Moctezuma destacó filmes como Todos somos mexicanos, de José Arenas, uno de los primeros documentales de 1958, así como el de Jicuri Neirra, de Carlos Kleiman, filmado en 1980, que transporta al espectador al mundo de los huicholes del norte de Jalisco y sur de Nayarit, y capta los cantos y danzas de este grupo étnico para propiciar la fertilidad de la tierra y lograr una buena cosecha.

También mencionó las cintas de Nicolás Echevarría, Tesgüinada (1979), sobre la Semana Santa en la Sierra Tarahumara; María Sabina (1979), acerca de los intrincados caminos de los chamanes, que como la protagonista del documental, invocan a seres sobrenaturales; y Niño Fidencio (1981), que nos lleva hasta el pueblo de Espinazo, en Nuevo León, en los meses de octubre y marzo, en que se conmemora el nacimiento y muerte de este personaje a quien se atribuyen curas milagrosas.

Por su parte, José Woldenberg apuntó que los arqueólogos tienen en el cine una herramienta para reconstruir el tétrico siglo XX. “Los filmes seleccionados se asoman a realidades diferentes, enigmáticas, a mundos que están a la mano pero que suprimimos por apatía”.

Finalmente, el cineasta Arturo Ripstein elogió el trabajo de los autores para la selección de estas películas, calificadas por él como “algunas buenas y otras malas”, que ofrecen un panorama de 70 años de creación cinematográfica y que son producto de la sociedad a la que pertenecen.

Fuente:
INAH
Fecha: 15 /01/2010

No hay comentarios: