En julio de 1979 el pueblo se llenó de periodistas de todo el mundo para informar de la aparición de miles de cadáveres en la torre de la iglesia.
El periodista Manuel López y el fotógrafo Alfonso Rodríguez -ambos del Diario HOY- subieron las escaleras de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Granada. Arriba, un hueco abierto por unos albañiles en una puerta tapiada permitía el acceso a una estancia pequeña y oscura. No se veía nada al otro lado y el fotógrafo disparó su cámara. El flash iluminó toda la zona y permitió ver lo que se hallaba en su interior, una dantesca imagen que no olvidarán. Cientos de huesos, cadáveres momificados, cuencas vacías, sonrisas macabras en rostros desencajados y extremidades casi en perfecto estado de conservación. Sin saberlo, su trabajo como informadores aquel cuatro de julio de 1979 daría la vuelta al mundo.
Días después de que la noticia fuese publicada en la portada de este diario comenzaron a llegar hasta Llerena medios de comunicación de todos los puntos de España, de distintos países de Europa y hasta de Latinoamérica y Japón. Todos querían contar lo que estaba sucediendo y buscar posibles explicaciones para aquel siniestro hallazgo. En el hueco de una escalera que permanecía cerrada y en una estancia de la torre de una iglesia de este pueblo de la Campiña Sur habían aparecido miles de cadáveres, algunos de ellos momificados. Quizás si Llerena no hubiese sido antaño sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición no habrían empezado a aflorar todo tipo de teorías que relacionaban la aparición con los autos de fe e incluso con la secta de los iluminados. Desde otros sectores querían ver en aquellos restos a represaliados de la Guerra Civil. Lo cierto es que aquel hecho dio la vuelta al mundo, aunque ¿fue realmente un descubrimiento? Para muchos habitantes de Llerena las momias, como se conoció coloquialmente al caso, no fueron ninguna novedad y lo único que fue llamativo fue el gran número de restos que aparecieron. Los monaguillos, cuando subían a la torre para hacer sonar las campanas, se asomaban por los respiraderos de la habitación y veían los huesos y lo más observadores decían ver cierto resplandor por las rendijas de la torre que no era más que la fluorescencia que producían los supuestos fuegos fatuos que se se producen por la inflamación del fosfuro de hidrógeno que desprenden las materias orgánicas en descomposición. Dos de los llerenenses que conocían la existencia de restos humanos son Valentín Cortés y Luis Garraín, hoy en día, alcalde y cronista oficial de la localidad respectivamente.
Restauración en 1745.
Aunque en un primer momento se barajaron decenas de hipótesis, los restos fueron analizados por expertos de las universidades de Madrid, Barcelona y Extremadura, aunque tampoco faltó la polémica por la poca presencia que esta última tuvo desde el inicio en las investigaciones. Según comenta el cronista oficial, los análisis determinaron que se trataba de cadáveres que habían sido trasladados en una reforma de la iglesia. En 1745 el arquitecto José de Hermosilla y Sandoval, natural de Llerena y encargado de restaurar, entre otros monumentos, la Alhambra de Granada, solicitó un permiso para obrar la iglesia de Nuestra Señora de la Granada.
Optó por tapiar una antigua escalera y construir otra nueva en otra ubicación. Se tiraron tabiques, se levantaron losetas del suelo... «y comenzaron a aparecer restos, como en todas las iglesias», apunta Garraín. Ante tal aparición, el arquitecto decidió 'almacenar' los restos en el hueco que quedaba en la escalera tapiada y en una habitación que había en la torre. Queda la incógnita del porqué de los cadáveres momificados, para lo que Garraín tiene una respuesta: «Por las condiciones lumínicas y de humedad en las tapias de la iglesia es posible que muchos quedasen momificados. Durante el traslado se les colocó de esas posturas en la nueva ubicación e incluso es posible que algún gracioso situase en determinadas poses a los cadáveres», apunta el cronista oficial, que señala que la propia descomposición ha hecho que parezca que tienen expresiones macabras cuando en realidad, son cadáveres que se están consumiendo.
Ya en los años 60 se descubrió por primera vez el osario e incluso un médico forense estuvo examinando los restos, pero se volvió a tapar el muro hasta 1979.
Otras teorías
Sin embargo, el misterio siempre ha rodeado este asunto. El periodista y escritor extremeño Gonzalo Pérez Sarró dedicó un capítulo a este tema en su libro 'Huellas de otra realidad'. En él, el autor recogía parte de los estudios que hicieron desde la Universidad de Barcelona. «Las fracturas violentas que se observaban en algunas momias pensamos que podían ser debidas a muertes con gran sufrimiento, aunque también pueden ser debidas a otros factores», recogía la publicación que también se hacía eco de los estudios de la Complutense de Madrid en este sentido. «Sus posturas no parecen obeceder a una muerte natural», comentaban con respecto a las momias.
Asimismo el autor también se hacía eco de un trabajo de la Universidad de Buenos Aires, 'Aproximación al estudio de los restos momificados' donde se explicaba el proceso de 'saponización' que ,al parecer, podrían haber sufrido estos restos dado su aspecto. Se recogía que este tipo de momificación solía darse en enterramientos en grupo, dejando entrever la posible relación con el Tribunal del Santo Oficio.
Luis Garraín asegura que este caso no tiene nada que ver con la Inquisición ni mucho menos con la secta de los iluminados. «Todos los casos de autos de fe de la Inquisición están documentados y no hay nada que recoja la posibilidad de enterramientos en vida como tampoco nada nos dice que fuesen de esa secta que ni siquiera estaba asentada en Llerena ya que sólo se recoge que se juzgó a una mujer en un grupo de 30 'iluminados' pero ninguno de ellos fue ajusticiado ni condenado a muerte», explica el cronista oficial.
Sea lo que fuere, la duda para muchos aún sigue ahí y el tema continúa apareciendo esporadicamente en programas y revistas de misterio, aunque para Garraín el asunto no debería tener tanta repercusión. «Que dejen a nuestros muertos descansar en paz», apostilla. Y no va desencaminado, porque en algún lugar, las momias y sus macabros rostros que dieron la vuelta al mundo descansan lejos de los focos y las cámaras.
Fuente: Hoy
Fecha: 15/01/2010
El periodista Manuel López y el fotógrafo Alfonso Rodríguez -ambos del Diario HOY- subieron las escaleras de la torre de la iglesia de Nuestra Señora de la Granada. Arriba, un hueco abierto por unos albañiles en una puerta tapiada permitía el acceso a una estancia pequeña y oscura. No se veía nada al otro lado y el fotógrafo disparó su cámara. El flash iluminó toda la zona y permitió ver lo que se hallaba en su interior, una dantesca imagen que no olvidarán. Cientos de huesos, cadáveres momificados, cuencas vacías, sonrisas macabras en rostros desencajados y extremidades casi en perfecto estado de conservación. Sin saberlo, su trabajo como informadores aquel cuatro de julio de 1979 daría la vuelta al mundo.
Días después de que la noticia fuese publicada en la portada de este diario comenzaron a llegar hasta Llerena medios de comunicación de todos los puntos de España, de distintos países de Europa y hasta de Latinoamérica y Japón. Todos querían contar lo que estaba sucediendo y buscar posibles explicaciones para aquel siniestro hallazgo. En el hueco de una escalera que permanecía cerrada y en una estancia de la torre de una iglesia de este pueblo de la Campiña Sur habían aparecido miles de cadáveres, algunos de ellos momificados. Quizás si Llerena no hubiese sido antaño sede del Tribunal del Santo Oficio de la Inquisición no habrían empezado a aflorar todo tipo de teorías que relacionaban la aparición con los autos de fe e incluso con la secta de los iluminados. Desde otros sectores querían ver en aquellos restos a represaliados de la Guerra Civil. Lo cierto es que aquel hecho dio la vuelta al mundo, aunque ¿fue realmente un descubrimiento? Para muchos habitantes de Llerena las momias, como se conoció coloquialmente al caso, no fueron ninguna novedad y lo único que fue llamativo fue el gran número de restos que aparecieron. Los monaguillos, cuando subían a la torre para hacer sonar las campanas, se asomaban por los respiraderos de la habitación y veían los huesos y lo más observadores decían ver cierto resplandor por las rendijas de la torre que no era más que la fluorescencia que producían los supuestos fuegos fatuos que se se producen por la inflamación del fosfuro de hidrógeno que desprenden las materias orgánicas en descomposición. Dos de los llerenenses que conocían la existencia de restos humanos son Valentín Cortés y Luis Garraín, hoy en día, alcalde y cronista oficial de la localidad respectivamente.
Restauración en 1745.
Aunque en un primer momento se barajaron decenas de hipótesis, los restos fueron analizados por expertos de las universidades de Madrid, Barcelona y Extremadura, aunque tampoco faltó la polémica por la poca presencia que esta última tuvo desde el inicio en las investigaciones. Según comenta el cronista oficial, los análisis determinaron que se trataba de cadáveres que habían sido trasladados en una reforma de la iglesia. En 1745 el arquitecto José de Hermosilla y Sandoval, natural de Llerena y encargado de restaurar, entre otros monumentos, la Alhambra de Granada, solicitó un permiso para obrar la iglesia de Nuestra Señora de la Granada.
Optó por tapiar una antigua escalera y construir otra nueva en otra ubicación. Se tiraron tabiques, se levantaron losetas del suelo... «y comenzaron a aparecer restos, como en todas las iglesias», apunta Garraín. Ante tal aparición, el arquitecto decidió 'almacenar' los restos en el hueco que quedaba en la escalera tapiada y en una habitación que había en la torre. Queda la incógnita del porqué de los cadáveres momificados, para lo que Garraín tiene una respuesta: «Por las condiciones lumínicas y de humedad en las tapias de la iglesia es posible que muchos quedasen momificados. Durante el traslado se les colocó de esas posturas en la nueva ubicación e incluso es posible que algún gracioso situase en determinadas poses a los cadáveres», apunta el cronista oficial, que señala que la propia descomposición ha hecho que parezca que tienen expresiones macabras cuando en realidad, son cadáveres que se están consumiendo.
Ya en los años 60 se descubrió por primera vez el osario e incluso un médico forense estuvo examinando los restos, pero se volvió a tapar el muro hasta 1979.
Otras teorías
Sin embargo, el misterio siempre ha rodeado este asunto. El periodista y escritor extremeño Gonzalo Pérez Sarró dedicó un capítulo a este tema en su libro 'Huellas de otra realidad'. En él, el autor recogía parte de los estudios que hicieron desde la Universidad de Barcelona. «Las fracturas violentas que se observaban en algunas momias pensamos que podían ser debidas a muertes con gran sufrimiento, aunque también pueden ser debidas a otros factores», recogía la publicación que también se hacía eco de los estudios de la Complutense de Madrid en este sentido. «Sus posturas no parecen obeceder a una muerte natural», comentaban con respecto a las momias.
Asimismo el autor también se hacía eco de un trabajo de la Universidad de Buenos Aires, 'Aproximación al estudio de los restos momificados' donde se explicaba el proceso de 'saponización' que ,al parecer, podrían haber sufrido estos restos dado su aspecto. Se recogía que este tipo de momificación solía darse en enterramientos en grupo, dejando entrever la posible relación con el Tribunal del Santo Oficio.
Luis Garraín asegura que este caso no tiene nada que ver con la Inquisición ni mucho menos con la secta de los iluminados. «Todos los casos de autos de fe de la Inquisición están documentados y no hay nada que recoja la posibilidad de enterramientos en vida como tampoco nada nos dice que fuesen de esa secta que ni siquiera estaba asentada en Llerena ya que sólo se recoge que se juzgó a una mujer en un grupo de 30 'iluminados' pero ninguno de ellos fue ajusticiado ni condenado a muerte», explica el cronista oficial.
Sea lo que fuere, la duda para muchos aún sigue ahí y el tema continúa apareciendo esporadicamente en programas y revistas de misterio, aunque para Garraín el asunto no debería tener tanta repercusión. «Que dejen a nuestros muertos descansar en paz», apostilla. Y no va desencaminado, porque en algún lugar, las momias y sus macabros rostros que dieron la vuelta al mundo descansan lejos de los focos y las cámaras.
Fuente: Hoy
Fecha: 15/01/2010
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