martes, 2 de marzo de 2010

El laboratorio confirma que son ellos

La ARMH entregará en breve a las familias los restos ya identificados de los arousanos Castor Cordal y Ramón Barreiro, fusilados en 1936 en Barro.

La Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica ya ha concluido los trabajos de identificación forense de los cadáveres de los dos arousanos exhumados el pasado 22 de octubre en una fosa común localizada en Curro (Barro) y, a falta de la elaboración del informe antropológico, serán entregados a sus familias en el plazo aproximado de un mes para que puedan enterrarlos dignamente en los cementerios de Cambados y Ribadumia.

El vicepresidente de la ARMH, Santiago Macías, explicó que los análisis de los huesos llevados a cabo en el laboratorio que la asociación tiene en Ponferrada, han confirmado que dichos restos pertenecen efectivamente a Ramón Barreiro Rodríguez y Castor Alonso Garrido, fusilados por falangistas el 15 de septiembre de 1936 y enterrados juntos en una fosa pegada al muro de la iglesia de Barro. «Son ellos, está claro».

Según contaron los familiares cuando se recuperaron los cadáveres, Castor Cordal, tenía 27 años cuando lo mataron, estaba casado y no tenía hijos. Trabajaba como electricista y era miembro de la CNT. Se dio cuenta de que iban a por él y se escondió en diferentes lugares, hasta que un delator lo descubrió. Una vez detenido se lo llevaron al Pazo de Fefiñáns, donde fue recluido en el patio de armas junto a otras personas. Su padre quiso visitarlo y no le dejaron, incluso llegaron a amenazarlo con meterlo a él también preso. Al tercer día le dijeron que no volviese porque su hijo se había escapado a Portugal. Pero unos vecinos de Corbillón que iban a la feria a Pontevedra de madrugada, vieron al pasar por Barro a dos muertos cuando eran llevados a enterrar en una escalera a modo de camilla. Reconocieron a Castor y se lo contaron a la familia.

El otro cadáver que transportaban era el de Ramón Barreiro Rodríguez, de 19 años, vecino de Sisán (Ribadumia). Además de poeta, escribía en gacetillas locales y era conocido por la acidez de sus escritos. Pertenecía a una familia de tradición republicana. Su hermano había sido movilizado para combatir en la Guerra Civil por las tropas golpistas, pero se pasó al lado republicano, y al término de la contienda fue detenido y estuvo ocho años preso. Ramón estuvo escondido por los montes de Armenteira y, aunque su familia nunca supo de su paradero, torturaron a los padres para que cantasen donde estaba oculto su hijo. La madre fue violada y rapada al cero y no tardó en morir. Al parecer, lo delató un cuñado de su madre y antes de enterrarlo sus verdugos le cortaron un dedo para robarle el anillo de oro que portaba.

Localización
La familia de Castor Cordal supo poco después que había sido fusilado junto con otro hombre en un eucaliptal de Barro, cercano a la actual carretera que une Vilagarcía con Pontevedra, más o menos a la altura del lugar donde hoy está ubicado el mesón El Abuelo Pintos. Y sabían también por vecinos de la zona que había sido enterrado 800 metros más allá, detrás del atrio de la iglesia de Curro.

Un sobrino de Cordal puso todos estos detalles en conocimiento de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica para localizar la fosa y, paralelamente, un hombre mayor de Barro, que murió uno o dos meses antes de exhumar los cadáveres, se puso también en contacto con un colaborador de la ARMH en Vilagarcía para contarles que él sabía exactamente donde estaba esa fosa pero no quienes eran los enterrados en ella. Según relató, él y su padre, junto con dos vecinos más del pueblo, fueron obligados a recoger los cadáveres de los fusilados aquel 15 de septiembre de 1936 para darles sepultura. Y confirmó que efectivamente los transportaron hasta las inmediaciones de la iglesia de Curro utilizando una escalera.

En un principio, no había ninguna constancia de la identidad de la otra persona que fue fusilada y enterrada con Castor Cordal, pero la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica consiguió averiguar por el Registro de la localidad que era Ramón Barreiro y se lo comunicó a la familia, que hasta ese momento no tenía ni idea de su paradero. Para ellos fue un gran descubrimiento saber donde estaba enterrado.

Autor: Elena Larriba
Fuente: La Voz de Galicia
Fecha: 28/02/2010

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