Hasta ahora en el cerro ubicado en la parte superior de la Universidad Adventista, en el barrio La Castellana, los arqueólogos han encontrado 23 tumbas con una profundidad de cuatro a cinco metros.
Este sería el último cementerio indígena de la época prehispánica en el valle de Aburrá.
"Pensamos que éste es el último cementerio de los Aburraes, los pobladores que hubo en este valle, el último que podemos decir que fue netamente precolombino, antes de la llegada de los españoles", indica Pablo Aristizábal, arqueólogo PhD de la Universidad de París y coordinador de uno de los estudios que culminaron con el hallazgo.
Hasta ahora ese sitial de honor como principal vestigio de los antepasados precolombinos lo tenía el cerro El Volador, donde hace dos décadas descubrieron un cementerio; sin embargo, el hecho de que hubiera allí restos de caballos y vacas da para pensar a los arqueólogos que ya las comunidades que lo usaban estaban 'contaminadas' por los europeos, pues ambas especies provienen del Viejo Continente, pues son especies no nativas de América.
De las 27 fosas siete han sido abiertas para verificar el contenido. En una yacía el esqueleto casi desintegrado de un hombre que existió hacia 1540 y que fue enterrado en posición fetal, con un volante de huso (instrumento que se usaba para transformar el algodón en hilo), un pecarí o cerdo de monte y varias piedras que usaban los antepasados para moler y triturar los alimentos.
Por la ubicación, en el centro de una cumbre con visibilidad de 360 grados hacia todos los cerros de la ciudad, los especialistas suponen que el enterrado ahí era un cacique o una alta personalidad.
"(los cerros) Eran los sitios más cercanos al cielo y donde estaban en contacto con las divinidades", explica Aristizábal.
En el resto de fosas solo han aparecido fragmentos de vasijas de barro. No hay oro ni nada que represente un valor económico, pero para los historiadores y estudiosos de la cultura esos huesos y esas piezas de arcilla son un verdadero tesoro porque permitirán conocer cómo vivían nuestros antepasados antes de que los españoles pisaran nuestro territorio.
El animal habría sido depositado como ofrenda al muerto y da para pensar que corresponden a la época prehispánica. Raspando las rocas, los científicos han logrado descubrir especies de fríjol y yuca que comían los indígenas del Aburrá y que ya se extinguieron en nuestro medio.
Todo reafirma la tesis de que los antiguos habitantes de este valle eran tejedores y agricultores.
El terreno donde se produjo la excavación es propiedad de la Universidad Adventista, que pensaba desarrollar allí un Parque Agroecológico y Cultural.
El caballo providencial
De hecho, a principios del 2009 estaban explanando con buldózeres, hasta el día en que un caballo que caminaba por ahí cayó y quedó atrapado en un hueco. En realidad se trataba de una de las bóvedas y sacarlo demoró un día completo.
Como obliga la Ley, el centro educativo paró su proyecto y contrató a los antropólogos Dionalver Tabares y Giovanny Méndez para evaluar el potencial del yacimiento arqueológico. Ellos ubicaron las primeras cámaras mortuorias. Debido a que muy cerca estaba presupuestado que pasara la Vía Longitudinal de Occidente, una arteria que unirá el occidente de Medellín con los municipios del sur del área metropolitana (ver 'La vía que descongestionará ...') la Secretaría de Obras públicas contrató con Pablo Aristizábal y su equipo a fin de determinar si se requería correr la obra con el fin de no estropear más el cementerio, ya de por sí saqueado por guaqueros.
El veredicto fue que si bien la carretera no mordía el área de conservación arqueológica, los taludes aledaños a la misma sí, y por tanto era pertinente correr el trazado 20 metros. Por prevención, Obras Públicas decidió alejarla 30 metros.
La otra recomendación es que se continúen las investigtaciones y que se establezca allí un parque arqueológico de libre acceso.
La incógnita está en si lo hace la Adventista o si el Municipio compra el predio para montar allí un parque similar a El Volador.
Para los arqueólogos, esa sería la mejor salida. Por lo pronto, Obras Públicas está en contactos con el Instituto Colombiano de Antropología e Historia (Icanh) a fin de determinar acciones inmediatas contra el saqueo, el efecto dañino de una ladrillera y de los constructores.
Fuente: Tiempo
Fecha: 28/02/2010
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