viernes, 30 de octubre de 2009

Darwin en la ficción: una mirada desde la cultura popular

Suele ser un tópico señalar que Charles Darwin completó la revolución que se había iniciado con Copérnico. Lo que uno estableció para el mundo físico, el otro lo estableció para la vida. Para algunos, el choque de las implicaciones del descubrimiento de Darwin tuvo un alcance mayor en la medida en que afectaba al hombre de forma más íntima y directa. Lo que aportó fue su explicación de la evolución mediante los procesos de selección natural para la formación de las especies, una idea sencilla pero muy poderosa. Las grandes ideas de la Ciencia tienen un efecto dominó sobre otras teorías y creencias acabando por transformar el mundo y nuestra visión de él.

En el marco de las actividades de nuestro grupo de investigación sobre la cultura popular
[1] estimamos que podía ser de gran interés estudiar las formas de transformación del discurso científico en otros tipos de discursos. Desde el punto de vista de la comunicación, la diferencia entre la revolución copernicana y la darwiniana estriba en que Charles Darwin vivía ya en una sociedad mediática, es decir, existían unos medios de comunicación capaces de actuar como intermediarios (mediadores) entre las fuentes científicas y unos extensos públicos no especializados. En el avance copernicano y el desarrollo de la ciencia moderna, la imprenta jugó un papel esencial como posibilidad de extensión del conocimiento y sistema de revisión, tal como estudió Elizabeth Eisenstein. En la época de Darwin, la imprenta no era ya una novedad y los periódicos llevaban ya cien años en una sociedad cuya alfabetización se desarrolló en los siglos XVIII y XIX. Darwin está ya en la antesala del cine y de la radio, medios que, con la prensa y la fotografía existentes, configurarán junto a la televisión una sociedad plenamente mediática.

La información científica posee sus canales especializados (los que utiliza la comunidad científica en cada época: cartas, revistas, congresos, anuarios, etc.), pero también llega a públicos amplios a través de formas indirectas y muchas veces distorsionantes. Lo que nos interesaba era tratar de conocer las diversas formas en que las ideas de Darwin llegaban a estos públicos y cuál era el uso sociocultural que se hacía de ellas.

Se ha considerado con frecuencia el "problema de las dos culturas" y de su separación progresiva, pero no se ha estudiado en demasía el problema de otra de las posibles oposiciones culturales, la que se establece entre una comunidad científica cuyos avances están cada vez más lejos de la intuición (genética, mecánica cuántica, etc.) y una sociedad desprovista de las herramientas para entenderlas más que de manera muy superficial.

En nuestro grupo de investigación nos hemos planteado el estudio de las formas de traducción (distorsión, mala interpretación, etc.) que se producían en la información sobre las teorías de Darwin hasta llegar a unos públicos amplios. La principal vía que la comunidad científica ha establecido para solucionar el distanciamiento entre los productores del conocimiento y el resto de la sociedad es la denominada "divulgación". Sin embargo, existen otras mediante las cuales estas ideas circulan socialmente: las que utiliza la cultura popular. La literatura, las artes plásticas, el cine, los chistes, la publicidad, la moda... son sistemas de codificación y significación de todo tipo de ideas. Lo que nos interesaba era, en primer lugar, rastrear las formas (los tipos de discursos) y en segundo lugar determinar los modos de traducción (en el sentido semiótico del término) de un tipo de discurso (el científico) a otro (el de la cultura popular).

El primer problema era determinar qué entendíamos por "darwinismo". Esta cuestión ya nos mostraba las distancias entre las dos formas de cultura, la científica y la popular. Si bien es posible establecer un núcleo preciso de ideas sobre qué es el darwinismo derivado de los propios escritos de Charles Darwin y de sus seguidores, nos encontramos que ese cuerpo de ideas (el etiquetado por la comunidad científica como "darwinismo") se ve sometido a un proceso de reducción drástico en su paso a la cultura popular.

REDUCCIÓN TÓPICA Y CULTURA POPULAR
La cultura popular funciona mediante tópicos; no necesita coherencia y no se somete a revisión crítica. Es justo lo contrario del funcionamiento de la Ciencia.

La Ciencia se plantea la eliminación de tópicos, necesita de la coherencia entre los elementos que constituyen las teorías, y la somete a revisión permanente.

Lo primero que se percibe en nuestro caso es la reducción tópica del darwinismo en una serie de ideas muy concretas sobre las que girarán casi todas las manifestaciones derivadas. Lo que llega básicamente del darwinismo a la cultura popular son tópicos como "el hombre desciende del mono", "la lucha por la vida", "la supervivencia del más fuerte", "el eslabón perdido", "mutaciones", etc. Estas ideas, muy básicas, son las utilizadas y difundidas a través de los sistemas sociales mediáticos para crear un imaginario colectivo simplificado basado en las distintas interpretaciones (con mayor o menor sentido) que realiza de ellas.

Actúan como auténticos "memes" (utilizamos la metáfora evolucionista de la cultura de Richard Dawkins), como unidades de información que se transmiten en el tiempo encarnándose en diversas formas discursivas en la cultura popular.

Al margen de los discursos científico y divulgativo, cuya finalidad es la extensión del conocimiento, el discurso popular tiene otros fines y los tópicos darwinistas son utilizados con intenciones muy diversas, que van desde el mero entretenimiento especulativo de la ciencia ficción hasta las pugnas de las campañas electorales.

El primero que padeció esta forma de transformación y simplificación tópica fue el propio Darwin. Desde el comienzo podemos comprobar que Darwin sufrió dos tipos de ataques, los de tipo científico, en forma de controversia con sus colegas (que el propio naturalista se encargó en ocasiones de responder en las sucesivas ediciones de El origen de las especies) y todos aquellos otros ataques, descalificaciones, etc. que provenían de otras fuentes sociales y se concretaban, por ejemplo, en chistes y caricaturas. La imagen de un mono con la cabeza de Darwin es uno de los dibujos que sintetizaban desde el principio lo que se entendía por "evolución" en el plano de la cultura popular. El mono en actitud hamletiana, con una calavera en sus manos, es otra interesante iconización por la cantidad de elementos asociados que logra sintetizar en una sola imagen (mono, duda, calavera/fósil, etc.). Pero los tópicos en los que se utiliza a Darwin o la evolución (en la cultura popular se identifica, dentro de los mecanismos de reducción, a Darwin con la evolución, como si no hubiera nada antes y nada después) no son privativos de su época. En la reciente campaña electoral norteamericana hemos podido comprobar la utilización de chistes con ambos candidatos, Obama y McCain, con un trasfondo claramente paródico respecto a imágenes asociadas con la teoría de la evolución. Estos documentos nos confirman la durabilidad de los tópicos populares y su capacidad adaptativa a cualquier situación.

Para estudiar estos mecanismos de creación y transmisión en la cultura popular, uno de los terrenos más adecuados es el de la ficción, entendida ésta como conjunto de formas narrativas (literarias, cinematográficas, chistes, comics, etc.). Mitos, fábulas, parábolas... han servido como vehículos de transmisión de ideas de todo tipo (filosóficas, religiosas, políticas, etc.) desde la antigüedad. Eric Havelock ya descubrió el valor enciclopédico que tenían los poemas homéricos. Pueden señalarse como ejemplos de la misma función las parábolas evangélicas o los chistes sufíes, manifestaciones de esta transformación narrativa de los discursos ideológicos. En ocasiones estas traducciones discursivas las han realizado los propios interesados para su difusión en la sociedad. Se busca con ello una mayor extensión y penetrabilidad en la cultura o el deseo de perdurar bajo el aspecto de mitos, fábulas, etc. Las historias resisten bien el paso del tiempo y son fáciles de recordar si consiguen los niveles de interés suficientes.

Pero en muchos otros casos, estos discursos se fabrican como una respuesta social. Son el resultado de las interacciones de la propia sociedad con las ideas que le llegan desde sus ámbitos especializados. Artistas y creadores se ven estimulados por lo que les llega desde otros campos de la cultura. En ocasiones, lo que se producen son respuestas espontáneas a situaciones nuevas.

Es una característica de la Ciencia moderna su carácter cada vez más alejado de la intuición cotidiana. Lo que las diversas ciencias nos van mostrando en su desarrollo se distancia de lo que podemos captar con los sentidos o comprender sin una preparación específica. Conceptos como los derivados de la física cuántica o de la genética, por ejemplo, no son deducibles de la experiencia inmediata.

TRADUCCIÓN Y MALINTERPRETACIÓN
En este sentido, se da una interesante relación entre la menor comprensión directa de la ciencia y la mayor extensión de la comunicación social, procesos históricamente coincidentes. Una cosa es lo que la ciencia explica y otra cosa es lo que la sociedad entiende. La teoría de Darwin surge en un momento en el que se está constituyendo la nueva sociedad mediática, el nuevo escenario de la comunicación masiva.

Como ha señalado Paul Strathern con acierto "El origen de las especies lanzó la primera gran idea científica de la historia que habría de alcanzar la fama popular. [...] Darwin y la evolución se convirtieron en el tema del momento, como ocurrió medio siglo después con Einstein y la relatividad; pero hay una diferencia importante: cuando fue propuesta, la mayoría de la gente estaba convencida de no comprender la relatividad, no así la evolución. Era inevitable que las ideas de Darwin fueran secuestradas y malinterpretadas por todo el mundo, desde Spencer al obispo de Oxford"
[2] . La idea de Strathern es sumamente interesante ya que señala ese carácter de "teoría cercana" del darwinismo que no tendrán otras importantes ideas científicas posteriores. El hecho de la malinterpretación es también importante ya que es el mecanismo que está en la base de la traducción popular.

Gracias a estas lecturas erróneas de la teoría de la evolución mediante la selección natural se han producido toda una serie de textos de muy diverso valor artístico, pero de gran valor cultural en la medida en que nos permiten conocer el grado de penetración de las ideas científicas en la sociedad a través del estudio de su imaginario. Es una idea próxima a la que el crítico deconstruccionista Paul de Man desarrolló, conocida como misreading o forma de interpretación errónea que genera un nuevo acto de escritura, un nuevo texto.

Tras la ciencia ficción, tras los chistes de las campañas electorales, tras las novelas populares, etc., están las lecturas parciales de la teoría evolucionista de Charles Darwin. Como Stathern apuntaba, de esta mala lectura no se libraron las interpretaciones del darwinismo social, las deformaciones del "diseño inteligente" del fundamentalismo, la eugenesia nazi o muchas otras manifestaciones relacionadas.

En un mundo cuya construcción comenzaba a pasar por los medios de comunicación, Charles Darwin se vio convertido en el origen de una corriente semiótica que, siguiendo sus propios principios evolutivos, se ha ido diversificando en el tiempo fruto de su relación con el entorno cultural. Novelas, películas, cuadros, comics... forman hoy un universo semiótico variado y rico. Estudiarlo significa intentar comprender los mecanismos selectivos y reproductivos de la propia cultura.

Autor: Joaquín Mª Aguirre, es Profesor Titular de Teoría de la Información en la Universidad Complutense de Madrid. Es codirector del Grupo de Estudios de la Cultura popular en la Sociedad mediática y organizador del congreso "Darwin en la ficción" que se celebrará del 28 al 30 de octubre en la Facultad de Ciencias de la Información de la UCM.

[1] "Grupo de estudios de la Cultura popular en la Sociedad mediática" (UCM).
[2] STRATHERN, Paul (1999), Darwin y la evolución. Siglo XXI, Madrid, p. 76-77.

Fuente:
Madri+d
Fecha: 27/10/2009

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