En Copán, en pleno corazón de Honduras y sobre la frontera meridional de lo que hace 1.500 años fue el espacio vital de la cultura maya, un equipo de arqueólogos ha descubierto la última gran tumba de un rey maya. Según informa la revista estadounidense Archaeology, el nuevo hallazgo se encuentra cerca del templo de Rosalila, descubierto en 1989 por el arqueólogo Ricardo Agurcia, que también dirige las excavaciones que han llevado a la nueva sepultura en el interior de las entrañas de la Montaña del Jaguar, una colina artificial levantada por los mayas sobre antiguos templos.
En las entrañas de la montaña
Precisamente en lo más profundo de uno de ellos, el denominado Oropéndola, el doctor Agurcia se ha topado con una red de túneles que, tres metros por debajo del suelo del santuario, le han conducido a un lugar cubierto por losas de piedra, el método empleado por los mayas para tapar las tumbas. Esta pertenece a uno de los primeros reyes del lugar, seguramente el mismo que mandó construir el misterioso templo que esconde su sepulcro como si fuera una montaña. La estratigrafía indica que se encuentra en la parte más antigua de esa extraña acrópolis. Y los análisis por radiocarbono han fechado la construcción entre los años 450 y 550 de nuestra era. Sin embargo, la tipología de los objetos allí encontrados adelanta esta fecha a antes del año 500.
Tesoros y prosperidad
Junto al cuerpo han aparecido varias conchas, algunas de ellas con piezas de jade en su interior. Para Agurcia, el mineral podría representar el alma del difunto en el mundo del Más Allá (el interior de la concha), ya que el rey portaba un collar de cuentas de jade. De este mismo material es un amuleto que en maya se llama K’inich, el Ojo del Sol, que se depositaba en el interior de la boca del soberano. Todos estos elementos indican que dicha sepultura pertenece a un rey.
¿A quién pertenece el sepulcro?
Según el doctor Ricardo Agurcia, el sepulcro pudo ser construido para el segundo rey de la dinastía local, el hijo de Yax K’uk’ Mo’, aunque reconoce que podría ser cualquiera de esa misma familia, entre el segundo y el quinto soberanos. Al poco de acabar las obras del templo, el suelo de la cámara funeraria se vino abajo y destrozó el enterramiento. El estado de conservación de los restos humanos es lamentable y apenas se puede concretar siquiera si se trata de un varón o de una mujer. Sin embargo, el hundimiento no ha impedido que se conserven intactos los tejidos de las ropas.
Un hallazgo in extremis
Lamentablemente, el hallazgo se produjo casi el último día de campaña, sin dinero y con los arqueólogos incorporados a otros proyectos. Hubo que esperar tres meses para que se pudiera conocer lo que había debajo de las losas.
Fuente: Nacho Ares
Fecha: 28/10/2009
En las entrañas de la montaña
Precisamente en lo más profundo de uno de ellos, el denominado Oropéndola, el doctor Agurcia se ha topado con una red de túneles que, tres metros por debajo del suelo del santuario, le han conducido a un lugar cubierto por losas de piedra, el método empleado por los mayas para tapar las tumbas. Esta pertenece a uno de los primeros reyes del lugar, seguramente el mismo que mandó construir el misterioso templo que esconde su sepulcro como si fuera una montaña. La estratigrafía indica que se encuentra en la parte más antigua de esa extraña acrópolis. Y los análisis por radiocarbono han fechado la construcción entre los años 450 y 550 de nuestra era. Sin embargo, la tipología de los objetos allí encontrados adelanta esta fecha a antes del año 500.
Tesoros y prosperidad
Junto al cuerpo han aparecido varias conchas, algunas de ellas con piezas de jade en su interior. Para Agurcia, el mineral podría representar el alma del difunto en el mundo del Más Allá (el interior de la concha), ya que el rey portaba un collar de cuentas de jade. De este mismo material es un amuleto que en maya se llama K’inich, el Ojo del Sol, que se depositaba en el interior de la boca del soberano. Todos estos elementos indican que dicha sepultura pertenece a un rey.
¿A quién pertenece el sepulcro?
Según el doctor Ricardo Agurcia, el sepulcro pudo ser construido para el segundo rey de la dinastía local, el hijo de Yax K’uk’ Mo’, aunque reconoce que podría ser cualquiera de esa misma familia, entre el segundo y el quinto soberanos. Al poco de acabar las obras del templo, el suelo de la cámara funeraria se vino abajo y destrozó el enterramiento. El estado de conservación de los restos humanos es lamentable y apenas se puede concretar siquiera si se trata de un varón o de una mujer. Sin embargo, el hundimiento no ha impedido que se conserven intactos los tejidos de las ropas.
Un hallazgo in extremis
Lamentablemente, el hallazgo se produjo casi el último día de campaña, sin dinero y con los arqueólogos incorporados a otros proyectos. Hubo que esperar tres meses para que se pudiera conocer lo que había debajo de las losas.
Fuente: Nacho Ares
Fecha: 28/10/2009
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