Se llamó Conisturgis y fue una de las principales ciudades de la civilización tartésica, esa forma de vida que casi siempre se ha tratado con ribetes legendarios y que ahora se hace realidad palpable en una ciudad extremeña: Medellín.
El trabajo de un grupo de arqueólogos a lo largo de casi treinta años en lo que de forma genérica se conocía como Necrópolis Orientalizante de Medellín, se ha concretado en una serie de conclusiones científicas según las cuales esta ciudad extremeña alcanzó, bajo el impulso de las gentes tartesias, un nivel de vida creciente y unas conquistas culturales admirables, convirtiéndose en capital de todo un estado.
Conisturgis tuvo un alfabeto propio, que alimentó la existencia de una escuela de escribas y reclamó su derecho al disfrute de algunas de las más bellas piezas artísticas del momento.
Estos hallazgos convierten a Medellín en uno de los focos arqueológicos más activos y prometedores de Europa y en clave del conocimiento de la evolución y desaparición de la civilización tartésica. «Hemos establecido las relaciones de Medellín con Guadajira y Lacimurgui y ello nos da una estructura territorial que ha permitido reconstruir la red viaria del mundo tartésico, su cronología y una colonización tartésica semejante a la de griegos y etruscos de la que no había ni la más remota idea», dice Martín Almagro Gorbea, coordinador de las excavaciones.
Conisturgis, con su posición estratégica, articulaba un extenso territorio cuyo eje era la actual Ruta de la Plata, que se cruzaba con el camino que de Olisipo (Lisboa) iba a Toletum (Toledo) «y eso explica la enorme importancia de Medellín, que pierde cuando Augusto funda Emérita Augusta», explica el arqueólogo Almagro Gorbea.
Conisturgis ocupó una posición de relevancia en un entorno histórico en el que se relacionaba con los conios, al sur de Portugal y con los lusitanos y vetones, pueblos responsables finalmente de la desaparición de los tartésicos.
Formó parte de otras siete míticas ciudades que constituían la federación tartésica en territorios mediterráneos de Grecia, Etruria, Palestina y el mundo fenicio.
Los estudios arqueológicos han permitido fechar las tumbas de aquel viejo Medellín y reconstruir los límites de la necrópolis cuya superficie total aún está pendiente de determinar. Martín Almagro piensa que debe quedar entre la mitad y un tercio por excavar del cementerio que debió inaugurarse en el 675 a.d.C.
Se ha estudiado toda la demografía de Conisturgis y la crisis que dio lugar a su desaparición final, un elemento clave en la determinación de las causas que provocaron el final de todo Tartessos.
Vida y cerámica
Un habitante de aquella ciudad extremeña tenía una esperanza de vida no superior a los 28 años y vivió en una población que aún hoy conserva íntegra la misma organización radial de los caminos. Martín Almagro dice que ésta ordenación perduró con los romanos y se perpetuó con los árabes y hasta hoy, con lo que su determinación constituye «uno de los casos más interesantes que se conocen en toda Europa».
Pero fue la cerámica el hilo que permitió desenredar el ovillo del pasado nebuloso de Conisturgis, cuando un grupo de arqueólogos madrileños recibió un pedazo de cerámica en el que se veían unas cuantas letras. El trozo había sido encontrado en Medellín por una persona que perforaba un pozo de agua para su explotación con motivo de las transformaciones del Plan Badajoz. Venidos a Medellín para trabajar sobre el terreno, los arqueólogos recopilaron en diversos lugares otros pedazos cerámicos de lo que resultó ser una copa, un típico kylix de vivos colores en el que se ve a Zeus esgrimiendo su rayo y situaron el lugar exacto del hallazgo.
Martín Almagro casi se emociona cuando recuerda el descubrimiento de aquella pequeña isla del Guadiana en la que, en su día, se enterraron las gentes de Conisturgis. Los enterramientos estaban en dos niveles: en uno se realizaba la incineración en una ollas y en el inferior se guardaban las urnas con las cenizas. Los años de excavaciones hicieron aflorar joyas; también la mejor colección de marfil fenicio que hay en España; objetos de bronce y hierro, cerámicas y grafitos e inscripciones que certifican el origen tartésico de sus gentes.
Un pequeño garabato incluido en una pieza nada destacable prueba que las gentes que lo labraron escribían hacia la derecha, mientras que los fenicios lo hacían hacia la izquierda. «Es la prueba de que fue, muy probablemente, labrada por un tartesio», dice Almagro Gorbea.
Tipo Medellín
Los estudios de la cerámica encontrada han permitido determinar una tipología y decoraciones propias que los arqueólogos llaman 'tipo Medellín' y establecer que las gentes de Conisturgis disfrutaron de piezas cerámicas hechas por los principales artistas de su tiempo. Así, el kylix que impulsó las primeras excavaciones se atribuye al llamado 'pintor de Medellín', Eucheiros, hijo de uno de los principales creadores áticos de su época. Fue hecho hacia el 560 a.d.C. Eucheiros significa «el de la buena mano» y puso en esta copa un slogan de artista autosatisfecho: «Yo soy un vaso hermoso», proclama el kylix que nos ha descubierto todo un nuevo mundo en Medellín.
Fuente: ADN / HOY
Fecha: 07/10/2009
El trabajo de un grupo de arqueólogos a lo largo de casi treinta años en lo que de forma genérica se conocía como Necrópolis Orientalizante de Medellín, se ha concretado en una serie de conclusiones científicas según las cuales esta ciudad extremeña alcanzó, bajo el impulso de las gentes tartesias, un nivel de vida creciente y unas conquistas culturales admirables, convirtiéndose en capital de todo un estado.
Conisturgis tuvo un alfabeto propio, que alimentó la existencia de una escuela de escribas y reclamó su derecho al disfrute de algunas de las más bellas piezas artísticas del momento.
Estos hallazgos convierten a Medellín en uno de los focos arqueológicos más activos y prometedores de Europa y en clave del conocimiento de la evolución y desaparición de la civilización tartésica. «Hemos establecido las relaciones de Medellín con Guadajira y Lacimurgui y ello nos da una estructura territorial que ha permitido reconstruir la red viaria del mundo tartésico, su cronología y una colonización tartésica semejante a la de griegos y etruscos de la que no había ni la más remota idea», dice Martín Almagro Gorbea, coordinador de las excavaciones.
Conisturgis, con su posición estratégica, articulaba un extenso territorio cuyo eje era la actual Ruta de la Plata, que se cruzaba con el camino que de Olisipo (Lisboa) iba a Toletum (Toledo) «y eso explica la enorme importancia de Medellín, que pierde cuando Augusto funda Emérita Augusta», explica el arqueólogo Almagro Gorbea.
Conisturgis ocupó una posición de relevancia en un entorno histórico en el que se relacionaba con los conios, al sur de Portugal y con los lusitanos y vetones, pueblos responsables finalmente de la desaparición de los tartésicos.
Formó parte de otras siete míticas ciudades que constituían la federación tartésica en territorios mediterráneos de Grecia, Etruria, Palestina y el mundo fenicio.
Los estudios arqueológicos han permitido fechar las tumbas de aquel viejo Medellín y reconstruir los límites de la necrópolis cuya superficie total aún está pendiente de determinar. Martín Almagro piensa que debe quedar entre la mitad y un tercio por excavar del cementerio que debió inaugurarse en el 675 a.d.C.
Se ha estudiado toda la demografía de Conisturgis y la crisis que dio lugar a su desaparición final, un elemento clave en la determinación de las causas que provocaron el final de todo Tartessos.
Vida y cerámica
Un habitante de aquella ciudad extremeña tenía una esperanza de vida no superior a los 28 años y vivió en una población que aún hoy conserva íntegra la misma organización radial de los caminos. Martín Almagro dice que ésta ordenación perduró con los romanos y se perpetuó con los árabes y hasta hoy, con lo que su determinación constituye «uno de los casos más interesantes que se conocen en toda Europa».
Pero fue la cerámica el hilo que permitió desenredar el ovillo del pasado nebuloso de Conisturgis, cuando un grupo de arqueólogos madrileños recibió un pedazo de cerámica en el que se veían unas cuantas letras. El trozo había sido encontrado en Medellín por una persona que perforaba un pozo de agua para su explotación con motivo de las transformaciones del Plan Badajoz. Venidos a Medellín para trabajar sobre el terreno, los arqueólogos recopilaron en diversos lugares otros pedazos cerámicos de lo que resultó ser una copa, un típico kylix de vivos colores en el que se ve a Zeus esgrimiendo su rayo y situaron el lugar exacto del hallazgo.
Martín Almagro casi se emociona cuando recuerda el descubrimiento de aquella pequeña isla del Guadiana en la que, en su día, se enterraron las gentes de Conisturgis. Los enterramientos estaban en dos niveles: en uno se realizaba la incineración en una ollas y en el inferior se guardaban las urnas con las cenizas. Los años de excavaciones hicieron aflorar joyas; también la mejor colección de marfil fenicio que hay en España; objetos de bronce y hierro, cerámicas y grafitos e inscripciones que certifican el origen tartésico de sus gentes.
Un pequeño garabato incluido en una pieza nada destacable prueba que las gentes que lo labraron escribían hacia la derecha, mientras que los fenicios lo hacían hacia la izquierda. «Es la prueba de que fue, muy probablemente, labrada por un tartesio», dice Almagro Gorbea.
Tipo Medellín
Los estudios de la cerámica encontrada han permitido determinar una tipología y decoraciones propias que los arqueólogos llaman 'tipo Medellín' y establecer que las gentes de Conisturgis disfrutaron de piezas cerámicas hechas por los principales artistas de su tiempo. Así, el kylix que impulsó las primeras excavaciones se atribuye al llamado 'pintor de Medellín', Eucheiros, hijo de uno de los principales creadores áticos de su época. Fue hecho hacia el 560 a.d.C. Eucheiros significa «el de la buena mano» y puso en esta copa un slogan de artista autosatisfecho: «Yo soy un vaso hermoso», proclama el kylix que nos ha descubierto todo un nuevo mundo en Medellín.
Fuente: ADN / HOY
Fecha: 07/10/2009
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