En tan sólo dos metros la cueva de Coímbre ha explicado al mundo que en su interior habitó «un grupo amplio» de personas hace 12.000 años. Cuenta el pequeño recuadro abierto por nueve investigadores que aquellos habitantes del Magdaleniense Superior Final eran «cazadores y pescadores». Y ha regalado a la Historia «más de 19.000 piezas» de distinta índole que así corroboran las premisas anteriores. Ésas fueron sólo algunas de las conclusiones a las que llegó un grupo de investigadores de la Universidad Nacional de Educación a Distancia (UNED tutelado por David Álvarez y José Yravedra en enero de este año, tal y como, por entonces, lo recogió EL COMERCIO.
Los trabajos se han reanudado. Un periplo interminable en busca de financiación retrasó la nueva campaña de excavación en esta caverna sita en Peñamellera Alta y conocida por la zona como la cueva de Las Brujas. Pero, al fin, la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián donó un presupuesto ajustado para que Paloma, Pablo, Aída, María, Julio, Aitor, David, Ramón, David y José puedan continuar con las excavaciones e investigaciones dentro de una caverna «con un gran alto potencial» y en cuyas paredes permanece «auténtico arte» desde hace miles de años. Porque la datación concreta aún no puede saberse.
Según explica David Álvarez «como en todas las cuevas de la zona oriental» la Historia ha ido corroborando que «estuvieron habitadas desde antes del Magdaleniense». Y, por tanto, «no sería descabellado pensar que aquí hubo seres hace 30.000 ó 40.000 años» como tampoco lo sería que el yacimiento en el que los historiadores excavan saque a la luz «restos humanos». En cualquier caso, ambos datos están por corroborar. Y en ello trabajan estos estudiantes y voluntarios de la UNED y la Universidad de Oviedo que, ocho horas al día, acuden a la empinada caverna valiéndose de un camino escalonado por ellos mismos que les permite ascender al maravilloso mundo que se esconde tras la entrada a una gruta descubierta en 1971 y virgen hasta el pasado año.
El objetivo, como en cualquier investigación de similares características, es sacar la máxima información posible: «queremos saber cómo era su comportamiento, cuál era el clima de entonces, el medio en el que se movían, qué especies predominaban, qué fauna, qué flora...», explica Álvarez. Para ello, los historiadores tienen una especie de mapa en su cabeza. Han escogido el final de la caverna, unos 70 metros de yacimiento, un escenario en el que, explica el historiador, «podría haber estado dividido», como una especie de casa. Así, de un lado se ubicaría «el lugar donde tallaban, otro donde trataban la caza, otro donde se reunían...» y así hasta completar un auténtico hábitat formado por un grupo de «30 ó 40» personas que, al parecer, «es posible que fuera rotando por las cuevas de la zona dependiendo de las temporadas del año en las que se encontraban». Es decir «habría una cueva nuclear y otras a las que acudían con movilidad relativa a alguna cuestión determinada».
Y aunque Coímbre haya sido una gruta de rotación para esos ancestros, «este yacimiento tiene una densidad muy extensa y una ocupación muy intensa». Lo dice Álvarez «por el gran número de restos encontrados». Lo más relevante, hasta el momento y porque aún no se ha estudiado a fondo lo extraído desde el viernes, es lo que se encontró en la anterior campaña. «Objetos de adorno, industria lítica, restos de ciervo, cabra, algo de corzo y conejo, y vértebras de peces -salmones-», enumera el historiador.
Un arduo proceso de investigación en el laboratorio de todo un año, siguiente paso al trabajo de campo que estos días atarea a los investigadores, dio como resultado un estudio que pronto saldrá a la luz, reflejando la importancia de esta caverna. En él se dará cuenta de lo hallado. Recordaba Álvarez que «hay colgantes tallados de caninos perforados de ciervo, un par de conchas de caracol perforadas para hacer collares, azagayas (puntas de asta de ciervo pintadas y trabajadas)», fueron sólo algunos de esos elementos decorativos que tanto han llamado la atención. Sin embargo, apunta el experto, «son de características similares a los restos hallados en las cuevas de Llonín o de Los Canes. Esquirla, dientes, industria lítica y material retocado. Y así hasta completar decenas de miles de piezas del pasado que determinarán poco a poco, campaña a campaña, «las secuencias temporales de Coímbre» para ofrecer una visión «cronocultural» al mundo y a la Historia.
Fuente: El Comercio
Fecha: 29/11/2009
Los trabajos se han reanudado. Un periplo interminable en busca de financiación retrasó la nueva campaña de excavación en esta caverna sita en Peñamellera Alta y conocida por la zona como la cueva de Las Brujas. Pero, al fin, la Sociedad de Ciencias Aranzadi de San Sebastián donó un presupuesto ajustado para que Paloma, Pablo, Aída, María, Julio, Aitor, David, Ramón, David y José puedan continuar con las excavaciones e investigaciones dentro de una caverna «con un gran alto potencial» y en cuyas paredes permanece «auténtico arte» desde hace miles de años. Porque la datación concreta aún no puede saberse.
Según explica David Álvarez «como en todas las cuevas de la zona oriental» la Historia ha ido corroborando que «estuvieron habitadas desde antes del Magdaleniense». Y, por tanto, «no sería descabellado pensar que aquí hubo seres hace 30.000 ó 40.000 años» como tampoco lo sería que el yacimiento en el que los historiadores excavan saque a la luz «restos humanos». En cualquier caso, ambos datos están por corroborar. Y en ello trabajan estos estudiantes y voluntarios de la UNED y la Universidad de Oviedo que, ocho horas al día, acuden a la empinada caverna valiéndose de un camino escalonado por ellos mismos que les permite ascender al maravilloso mundo que se esconde tras la entrada a una gruta descubierta en 1971 y virgen hasta el pasado año.
El objetivo, como en cualquier investigación de similares características, es sacar la máxima información posible: «queremos saber cómo era su comportamiento, cuál era el clima de entonces, el medio en el que se movían, qué especies predominaban, qué fauna, qué flora...», explica Álvarez. Para ello, los historiadores tienen una especie de mapa en su cabeza. Han escogido el final de la caverna, unos 70 metros de yacimiento, un escenario en el que, explica el historiador, «podría haber estado dividido», como una especie de casa. Así, de un lado se ubicaría «el lugar donde tallaban, otro donde trataban la caza, otro donde se reunían...» y así hasta completar un auténtico hábitat formado por un grupo de «30 ó 40» personas que, al parecer, «es posible que fuera rotando por las cuevas de la zona dependiendo de las temporadas del año en las que se encontraban». Es decir «habría una cueva nuclear y otras a las que acudían con movilidad relativa a alguna cuestión determinada».
Y aunque Coímbre haya sido una gruta de rotación para esos ancestros, «este yacimiento tiene una densidad muy extensa y una ocupación muy intensa». Lo dice Álvarez «por el gran número de restos encontrados». Lo más relevante, hasta el momento y porque aún no se ha estudiado a fondo lo extraído desde el viernes, es lo que se encontró en la anterior campaña. «Objetos de adorno, industria lítica, restos de ciervo, cabra, algo de corzo y conejo, y vértebras de peces -salmones-», enumera el historiador.
Un arduo proceso de investigación en el laboratorio de todo un año, siguiente paso al trabajo de campo que estos días atarea a los investigadores, dio como resultado un estudio que pronto saldrá a la luz, reflejando la importancia de esta caverna. En él se dará cuenta de lo hallado. Recordaba Álvarez que «hay colgantes tallados de caninos perforados de ciervo, un par de conchas de caracol perforadas para hacer collares, azagayas (puntas de asta de ciervo pintadas y trabajadas)», fueron sólo algunos de esos elementos decorativos que tanto han llamado la atención. Sin embargo, apunta el experto, «son de características similares a los restos hallados en las cuevas de Llonín o de Los Canes. Esquirla, dientes, industria lítica y material retocado. Y así hasta completar decenas de miles de piezas del pasado que determinarán poco a poco, campaña a campaña, «las secuencias temporales de Coímbre» para ofrecer una visión «cronocultural» al mundo y a la Historia.
Fuente: El Comercio
Fecha: 29/11/2009
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