jueves, 20 de mayo de 2010

Descubren una tumba con una antigüedad de unos 2.700 años en el sur de México

La tumba de un dignatario que podría ser la más antigua de su tipo en toda Mesoamérica, con una antigüedad aproximada de 2 mil 700 años, fue localizada por científicos dentro de una pirámide en la Zona Arqueológica Chiapa de Corzo, en el municipio del mismo nombre, en el estado de Chiapas.

"El hallazgo en este sitio de filiación zoque consiste en los restos óseos de cuatro individuos, dos de ellos vestidos con jade, utensilios de cerámica y otros objetos preciosos para la cultura y la época", indicó el Instituto Nacional de Antropología e Historia (INAH-Conaculta).

La relevancia académica del descubrimiento radica en que permitirá ajustar las cronologías de desarrollo de las antiguas culturas olmeca y maya, además de revelar que el uso de pirámides como recintos funerarios es mucho más antiguo de lo que se había creído hasta ahora, agregó el organismo.

Este descubrimiento lo realizaron integrantes del Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo, en el que convergen especialistas del INAH-Conaculta, de la Universidad Brigham Young (BYU), de Utah, Estados Unidos; y del Centro de Estudios Mayas del Instituto de Investigaciones Filológicas, de la Universidad Nacional Autónoma de México (UNAM).

A partir de las características de los materiales cerámicos hallados, los expertos determinaron de manera preliminar que la tumba data del periodo Preclásico Medio, entre 700 y 500 a.C., dato que se confirmará tras los estudios de Carbono 14, Estroncio y ADN que se harán a las osamentas y a los objetos.

El descubierto consiste en una cámara funeraria con un anexo, ubicada al interior de una de las estructuras más tempranas del Montículo 11 de Chiapa de Corzo; una pirámide que debió tener entre seis y siete metros de altura, escaleras de barro y un templo en la parte superior.

Los arqueólogos lograron desenterrar en su totalidad una tumba de 4x3 metros cuadrados, localizada a unos siete metros al interior del Montículo 11, que contenía los restos óseos de tres individuos.

Uno de estas personas corresponde a un hombre de alto rango, según lo señala el rico atavío con que fue colocado; así como a un niño de aproximadamente un año, y a un adulto joven, quienes habrían sido depositados como acompañantes, posiblemente sacrificados.

El personaje principal -de acuerdo con el desgaste dentario que presenta y el grosor craneal- debió tener más de 50 años al momento de su muerte; fue colocado en posición decúbito dorsal y extendido (es decir, bocarriba), y con la cabeza hacia el norte. Su boca estaba tapada con una concha y sus dientes tienen incrustaciones de jade o concha.

Por la posición de los esqueletos, se intuye que el niño fue cuidadosamente enterrado, conservando articuladas sus extremidades, no así el joven de aproximadamente 20 años quien posiblemente fue arrojado al interior de la tumba.

Los arqueólogos Bruce Bachand, Emiliano Gallaga y Lynneth Lowe, investigadores del Proyecto Arqueológico Chiapa de Corzo, destacaron la abundancia y variedad de ornamentos que conforman el ajuar funerario del personaje principal:

"Fue ataviado con sartales de más de un millar de cuentas de jade (pequeñas y grandes), un taparrabo o faldellín al que le fueron incrustadas minúsculas perlas; pendientes de jade de diversas formas, incluyendo un lagarto y cucharillas de estilo olmeca; ajorcas colocadas en sus tobillos y rodillas, pulseras, brazaletes, una posible máscara con ojos de obsidiana verde, un espejo de pirita y 15 vasijas, algunas de ellas de superficie pulida de color negro a grisáceo, o blanco y negro, con diseños negativos o punzados".

Los arqueólogos hallaron otro sepulcro, de 2x3 metros cuadrados, donde estaba la osamenta probablemente de una mujer, cuya edad al fallecer debió oscilar los 50 años, igualmente sobre su boca tenía una concha y mostraba incrustaciones dentarias.

Depositado también bocarriba y extendido, pero con dirección al Este, el cuerpo fue acompañado de una profusa ofrenda, consistente en un ajuar de jade y perlas, pendientes en forma de aves y de un mono saraguato, dos vasijas, un espejo de pirita, una espina de mantarraya colocada sobre su pecho, así como cuentas de ámbar.

El arqueólogo Gallaga refiere que son escasos los hallazgos de esta resina fósil en contextos arqueológicos y que este es uno de los más antiguos, que viene a confirmar su uso ritual en entierros desde hace siglos.

Las labores en esta zona arqueológica cuentan con el respaldo financiero del gobierno federal a través del INAH, la National Geographic Society, la Fundación Arqueológica del Nuevo Mundo de la BYU, el Programa Fulbright-García Robles y donadores privados.

Fuente:
Zócalo
Fecha: 18/05/2010

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