martes, 18 de mayo de 2010

El hueso de Sidrón que remueve la ciencia

Es un fragmento de apenas cuatro centímetros del fémur de un joven sobre cuyo final todavía se sabe poco. Extraído del barro de la cueva piloñesa de Sidrón -que proporciona unas condiciones de conservación excepcionales- en el verano de 2005, su identificación como la muestra «SD-1253» no dice nada al profano. Las dos iniciales hacen referencia a su procedencia, y el número, el de su orden de extracción, da una idea de la fecundidad del yacimiento asturiano. Ahora el «SD-1253» -junto a huesos procedentes de las excavaciones de Vindija, en Croacia- ha removido los fundamentos de nuestra historia evolutiva con la fuerza impensable que a veces tienen las cosas pequeñas. Ese fragmento nos coloca en el umbral de un cambio en la concepción de lo que somos desde el punto de vista antropológico.

El fósil fue desenterrado en la galería del osario de la cueva piloñesa hace ya cinco años, en la primera campaña en la que se aplicó el protocolo de extracción limpia desarrollado por el equipo que trabaja en el yacimiento, una técnica que constituye toda una aportación de este grupo y que tiene como objetivo evitar la contaminación de los restos óseos con material genético de los propios investigadores. La calidad de la pieza, que conserva una alta cantidad de ADN a pesar de llevar depositada en el fondo de la cueva casi 50.000 años, fue decisiva para los análisis que contribuyeron a desvelar la participación de la especie Neandertal en nuestro genoma. La muestra fue clave en la secuenciación de parte del genoma de Sidrón que los investigadores propusieron para obtener datos con los que comparar los resultados de las muestras de Vindija (Croacia) con las que arrancó el «proyecto Genoma».

El fragmento de fósil resultó ser la mejor pieza de las quince de la cueva asturiana analizadas para conocer su aporte genético. Permitió secuenciar 2,2 millones de nucleótidos (los eslabones químicos que forman el ADN) del neandertal de Sidrón, lo que supuso un 0,1 por ciento del total del genoma, una cantidad nada desdeñable. Pero no fue la única contribución de la muestra, que también se empleó para determinar más de 10.000 posiciones variables en el genoma. Carles Lalueza-Fox, experto en paleogenética y uno de los responsables de la investigación de Sidrón, considera que los fósiles asturianos «serán cruciales para obtener regiones cromosómicas con mayor detalle y fiabilidad, y también para cualquier proyecto de diversidad neandertal que pueda hacerse en el futuro».

Ahora sabemos que nuestros ancestros se mezclaron con los neandertales en Oriente Próximo hace unos 70.000 años, rompiendo así más de medio millón de años de divergencia evolutiva de los precursores de ambas especies. De esa unión llevamos un 2% de ADN.

«El debate sobre si hay dos especies o una no lo podemos solucionar»
La certeza de que el hombre moderno tiene vínculos con los neandertales que poblaron Europa hace tambalearse la hasta ahora firme idea de que son dos especies que no pueden mezclarse con éxito. «Es un debate que no podremos solucionar», anticipa Carles Lalueza-Fox, que echa en falta una definición de especie que funcione bien en todas las situaciones y esté ampliamente aceptada. Para el paleogenetista, autor de «Los genes del neandertal», «el concepto de especie no deja de ser algo conveniente, que necesitan todos los biólogos para trabajar, desde los taxónomos hasta los ecólogos y los conservacionistas».

La hibridación de neandertales y sapiens dispara las dudas. Para algunos el hecho de que se haya producido intercambio genético entre las dos poblaciones obliga a replantearse la cuestión y preguntarse si no sería más acertado hablar de subespecies o incluso de un mismo linaje. Los investigadores de Sidrón no lo ven así y sostienen que aunque haya habido descendencia de ese cruce hay que seguir hablando de dos especies. «Somos conscientes de que muchas especies no han desarrollado incompatibilidades reproductivas y eso lo descubrimos a veces cuando las juntamos artificialmente, por ejemplo, en un zoológico», señala el científico. Añade que neandertales y sapiens hacía poco que habían divergido (unos 400.000 años), por lo tanto todavía podían ser fértiles, como descubrieron cuando se encontraron en el Próximo Oriente.

A todo ello, Lalueza-Fox une la diferencia morfológica que nos separa. Físicamente los neandertales eran muy diferentes de los humanos modernos. «Creo que debemos pensar en ellos como humanos más diferentes de nosotros que lo que somos nosotros de cualquier otro humano, más diferentes de lo que somos un africano y un europeo». Para sumar un elemento más de discordia ha aparecido recientemente la muestra de Denisova (Rusia) más conocida como Mujer X, cuyo ADN es muy diferente al de las dos especies citadas y de las que fue contemporánea.

Fuente: La Nueva España
Fecha: 16/05/2010

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