miércoles, 19 de mayo de 2010

EXHUMACIÓN EN CANDELADA - ÁVILA

"Vi cómo arrastraban los cuerpos de siete personas".
El testimonio de un hombre de 86 años permite localizar una fosa en Ávila en la que están enterrados un padre y su hijo.
Los responsables de la exhumación esperan que el juzgado abra diligencias.


"El día 8 de septiembre de 1936 me dijeron que venían los "moros", y junto con un tío mío, me escondí en la cueva que había debajo de mi casa. A la mañana siguiente, o al otro día, como todas las mañanas, me dirigí a la Cuesta del Avión [paraje de la localidad abulense de la Candelada] a cuidar las vacas de Facundo. Allí ví como cuatro señores de Candeleda, a los que no pude reconocer, arrastraban los cuerpos de siete personas desde la orilla de la carretera hasta debajo de una oliva donde tenían una fosa ya excavada. Antes, el mismo día de la entrada de los "moros" en el pueblo, mataron a otras dos personas, pero eso no lo vi."

Julio Serapio Sánchez tenía 12 años aquel día. Hoy a sus 86, ha permitido localizar el lugar donde un equipo de expertos exhuma ahora los restos de siete personas, entre ellos un padre y su hijo, los cuerpos que Serapio vio arrastrar.

De momento, los expertos han hallado un cráneo, un cúbito y un radio, además de la suela de goma del calzado de una de las víctimas. El vicepresidente de la Asociación para la Recuperación de la Memoria Histórica, Santiago Macías, ha denunciado la aparición de los restos ante la Guardia Civil con la intención de que el juzgado correspondiente lleve a cabo "las diligencias pertinentes". Esta es la primera apertura de una fosa tras al suspensión del juez Baltasar Garzón por su investigación de los crímenes del franquismo.

De los siete cuerpos, sólo se conoce la identidad de cuatro personas: Francisco Martín Vélez, un jornalero que tenía 66 años cuando fue asesinado; su hijo, Régulo Martín Plaza, barbero, de 36; Emilio García Hornillo (no se conoce la edad, su único hijo murió en 2007) y Tomás Retamal Vicente.

Los huesos hallados se encontraban a 70 centímetros de profundidad, bajo gran cantidad de mampuestos de granito de un diámetro medio de entre 20 y 35 centímetros que fueron arrojados y amontonados sin orden sobre los cadáveres una vez que estos estuvieron en la fosa, donde han permanecido a modo de lápida hasta hoy, según el informe técnico.

Autor: Natalia Junquera
Fuente: El País
Fecha: 17/05/2010

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