El descubrimiento, hace 50 años, de que esta especie emplea herramientas cambió la percepción antropocéntrica del mundo.
Hace ahora medio siglo, una chica inglesa de 26 años y melena rubia que desentonaba en la selva de Tanzania como un orangután en una oficina de Londres, observó a un chimpancé adulto esgrimiendo una brizna de hierba para pescar termitas en su guarida de barro. La muchacha se llamaba Jane Goodall y hacía apenas tres años que había pisado África por primera vez, movida por su pasión por la novela Tarzán. Su mentor, el paleoantropólogo Louis Leakey, descubridor del Homo habilis, miró a Goodall y proclamó: "Ahora tenemos que redefinir la palabra herramienta, redefinir el concepto de hombre o aceptar que los chimpancés son humanos".
El antropólogo William McGrew comienza con esta anécdota un artículo sobre la tecnología punta de los chimpancés que se publica hoy en la revista Science. El descubrimiento casual de Goodall, junto a otras observaciones similares realizadas por el español Jordi Sabater Pi en Guinea, cambiaron la percepción del mundo. En un vistazo de apenas un minuto a un simio, el pensamiento cristiano que otorgaba en exclusiva el don de la inteligencia al hombre se desplomó. Los chimpancés empleaban herramientas y, como se supo después, también las fabricaban y enseñaban su manejo a otros individuos. Los monos tenían cultura. La escena del primate aprendiendo a emplear un hueso como herramienta, al compás de Así habló Zarathustra, que pintó Stanley Kubrick como origen del hombre en 2001: Odisea del espacio, dejó de tener sentido cuando los trabajos de Goodall se popularizaron. Aquellos mandobles con el hueso no definían al ser humano. Los chimpancés también empleaban útiles. La esencia del hombre debía estar en otra parte.
"La afirmación de Leakey es una falsa tricotomía. Las herramientas todavía son herramientas, los humanos son todavía humanos y los chimpancés son todavía chimpancés. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de que la distancia entre lo que es humano y lo que no es mucho más pequeña de lo que pensábamos", explica McGrew a Público.
El antropólogo, de la Universidad de Cambridge, dibuja en su artículo una especie tecnificada, que usa herramientas para casi todo, según se ha descubierto en los últimos 50 años. Las utilizan para obtener alimentos, como cuando pescan hormigas. O para comer, como cuando usan un martillo de madera y un yunque de piedra para partir nueces. Incluso para conseguir sexo. Algunos machos tensan una hoja entre sus dientes y su mano y con la otra hacen que vibre. Esta música de la selva atrae a las hembras en celo.
Tenedor y palillos.
El caso de los chimpancés es único. Ni los bonobos, también conocidos como chimpancés pigmeos, ni los gorilas exhiben esta capacidad tecnológica en libertad. En cambio, cada grupo de chimpancés utiliza unos 20 tipos de herramientas distintas. Y este kit cambia de una selva a otra, por el mismo motivo que un español come el arroz con tenedor y un chino, con palillos.
McGrew cree que esta capacidad para fabricar y utilizar un amplio abanico de herramientas complejas, exclusiva de los chimpancés y los humanos, es "impresionante". Recientemente, los científicos han observado simios que entretejen hojas y ramas para hacerse una cama, con somier y colchón. Incluso con almohada. Y a comienzos de esta semana, dos estudios diferentes mostraron un comportamiento conmovedor en dos grupos de chimpancés tras la muerte de varios individuos. Si hubieran sido humanos, hubiera sido fácil definirlo: duelo, luto.
En uno de los casos, un grupo de psicólogos de la Universidad de Stirling, en Escocia, observó un velatorio tras la muerte de una vieja hembra criada en un parque. Sus congéneres la acicalaron antes de morir y su hija permaneció con el cadáver toda la noche. En el otro caso, científicos de la Universidad de Oxford siguieron por las selvas de Bossou, en Guinea, a un grupo de chimpancés que acababa de perder a dos crías. Las madres transportaron y cuidaron a los cadáveres durante semanas. La coincidencia del ADN de chimpancés y humanos, superior al 90%, no es en balde: los primeros perciben la muerte de manera similar a los segundos. Ahora resta encontrar qué hay en ese ADN restante que nos hace humanos. "En mi opinión, la diferencia más importante entre humanos y no humanos es la posesión de un lenguaje completo", apunta McGrew.
El director del Centro de investigación en primates de la Universidad de Barcelona, Joaquim Veà, va más allá y apunta al "dominio del fuego" como rasgo distintivo del ser humano, entendido éste no como un urbanita de hoy, sino como la esencia del Homo sapiens desde que pisó por primera vez el planeta. "El resto de características, como el arte o la religión, son muy recientes", señala Veà.
Hoy es casi imposible diferenciar una herramienta de un chimpancé y la de un ancestro humano. Y algunos expertos creen que, con el paso de los milenios, su tecnología seguiría evolucionando, haciéndose más humana, casi como en El planeta de los simios. Pero Veà es más escéptico: "Dentro de unos milenios no habrá chimpancés". Sólo quedan unos 200.000, amenazados por el ébola y los cazadores furtivos.
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Fuente: Público
Fecha: 01/05/2010
Hace ahora medio siglo, una chica inglesa de 26 años y melena rubia que desentonaba en la selva de Tanzania como un orangután en una oficina de Londres, observó a un chimpancé adulto esgrimiendo una brizna de hierba para pescar termitas en su guarida de barro. La muchacha se llamaba Jane Goodall y hacía apenas tres años que había pisado África por primera vez, movida por su pasión por la novela Tarzán. Su mentor, el paleoantropólogo Louis Leakey, descubridor del Homo habilis, miró a Goodall y proclamó: "Ahora tenemos que redefinir la palabra herramienta, redefinir el concepto de hombre o aceptar que los chimpancés son humanos".
El antropólogo William McGrew comienza con esta anécdota un artículo sobre la tecnología punta de los chimpancés que se publica hoy en la revista Science. El descubrimiento casual de Goodall, junto a otras observaciones similares realizadas por el español Jordi Sabater Pi en Guinea, cambiaron la percepción del mundo. En un vistazo de apenas un minuto a un simio, el pensamiento cristiano que otorgaba en exclusiva el don de la inteligencia al hombre se desplomó. Los chimpancés empleaban herramientas y, como se supo después, también las fabricaban y enseñaban su manejo a otros individuos. Los monos tenían cultura. La escena del primate aprendiendo a emplear un hueso como herramienta, al compás de Así habló Zarathustra, que pintó Stanley Kubrick como origen del hombre en 2001: Odisea del espacio, dejó de tener sentido cuando los trabajos de Goodall se popularizaron. Aquellos mandobles con el hueso no definían al ser humano. Los chimpancés también empleaban útiles. La esencia del hombre debía estar en otra parte.
"La afirmación de Leakey es una falsa tricotomía. Las herramientas todavía son herramientas, los humanos son todavía humanos y los chimpancés son todavía chimpancés. Sin embargo, ahora nos damos cuenta de que la distancia entre lo que es humano y lo que no es mucho más pequeña de lo que pensábamos", explica McGrew a Público.
El antropólogo, de la Universidad de Cambridge, dibuja en su artículo una especie tecnificada, que usa herramientas para casi todo, según se ha descubierto en los últimos 50 años. Las utilizan para obtener alimentos, como cuando pescan hormigas. O para comer, como cuando usan un martillo de madera y un yunque de piedra para partir nueces. Incluso para conseguir sexo. Algunos machos tensan una hoja entre sus dientes y su mano y con la otra hacen que vibre. Esta música de la selva atrae a las hembras en celo.
Tenedor y palillos.
El caso de los chimpancés es único. Ni los bonobos, también conocidos como chimpancés pigmeos, ni los gorilas exhiben esta capacidad tecnológica en libertad. En cambio, cada grupo de chimpancés utiliza unos 20 tipos de herramientas distintas. Y este kit cambia de una selva a otra, por el mismo motivo que un español come el arroz con tenedor y un chino, con palillos.
McGrew cree que esta capacidad para fabricar y utilizar un amplio abanico de herramientas complejas, exclusiva de los chimpancés y los humanos, es "impresionante". Recientemente, los científicos han observado simios que entretejen hojas y ramas para hacerse una cama, con somier y colchón. Incluso con almohada. Y a comienzos de esta semana, dos estudios diferentes mostraron un comportamiento conmovedor en dos grupos de chimpancés tras la muerte de varios individuos. Si hubieran sido humanos, hubiera sido fácil definirlo: duelo, luto.
En uno de los casos, un grupo de psicólogos de la Universidad de Stirling, en Escocia, observó un velatorio tras la muerte de una vieja hembra criada en un parque. Sus congéneres la acicalaron antes de morir y su hija permaneció con el cadáver toda la noche. En el otro caso, científicos de la Universidad de Oxford siguieron por las selvas de Bossou, en Guinea, a un grupo de chimpancés que acababa de perder a dos crías. Las madres transportaron y cuidaron a los cadáveres durante semanas. La coincidencia del ADN de chimpancés y humanos, superior al 90%, no es en balde: los primeros perciben la muerte de manera similar a los segundos. Ahora resta encontrar qué hay en ese ADN restante que nos hace humanos. "En mi opinión, la diferencia más importante entre humanos y no humanos es la posesión de un lenguaje completo", apunta McGrew.
El director del Centro de investigación en primates de la Universidad de Barcelona, Joaquim Veà, va más allá y apunta al "dominio del fuego" como rasgo distintivo del ser humano, entendido éste no como un urbanita de hoy, sino como la esencia del Homo sapiens desde que pisó por primera vez el planeta. "El resto de características, como el arte o la religión, son muy recientes", señala Veà.
Hoy es casi imposible diferenciar una herramienta de un chimpancé y la de un ancestro humano. Y algunos expertos creen que, con el paso de los milenios, su tecnología seguiría evolucionando, haciéndose más humana, casi como en El planeta de los simios. Pero Veà es más escéptico: "Dentro de unos milenios no habrá chimpancés". Sólo quedan unos 200.000, amenazados por el ébola y los cazadores furtivos.
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Fuente: Público
Fecha: 01/05/2010
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