Sus rudimentarios métodos escondían ingeniosas pistas, un rastro con el que los primeros trashumantes podían conocer rutas y asentamientos. Ingeniosas y enormes pistas, algunas de varias toneladas y hasta cuatro metros de altura. Se trata de los dólmenes y menhires, restos de la cultura megalítica que se reparten por toda la región. ¿Para qué servían exactamente estas moles? ¿Tal vez como orientación de las rutas ganaderas? ¿Tal vez como santuarios? ¿Por qué desarrollaron todo su arte en determinados lugares?
Ahora, uno de estos rincones recónditos defenestrados por el olvido de los hombres vuelve a llamar al pomo de la eternidad para reclamar el cetro que le corresponde. El yacimiento rupestre de Siega Verde, situado entre las localidades de Villar de la Yegua, Villar de Argañán y Castillejo de Martín Viejo, junto a la margen izquierda del río Águeda, optará a la declaración como Patrimonio de la Humanidad.
Salamanca cuenta con unos 80 dólmenes inventariados, repartidos en varias zonas, siendo la provincia de Castilla y León donde más estudios se han realizado. Principalmente se asientan en las vegas húmedas, encharcamientos y fuentes naturales que no se secan en verano, destacando la zona del río Tormes entre Cespedosa y Alba, el río Yeltes y el Camaces, aunque en otras zonas de la comarca de Ledesma y el Campo Charro, como Gejuelo, Robliza de Cojos y Villarmayor,entre otros, también se tiene constancia de restos de la cultura megalítica.
Ahora bien, ¿cómo poder colocar estas moles e incluso hincarlas hasta metro y medio en la tierra? No era tan sencillo. Ya en tiempos, el prestigioso arqueólogo francés Jean Pierre Mohen comprobó el número de personas necesarias para mover el techo de un dolmen que pesaba 34 toneladas. Al concluir las excavaciones de un dolmen, invitó a una merienda a los vecinos de la localidad donde llevaba a cabo estos trabajos, aunque con una sorpresa: debían tirar de ese bloque pétreo con unas sogas. Así, colocó la piedra encima de unos rodillos de madera, pero necesitó trescientas personas para moverla. Este ejemplo genera nuevas preguntas, pues, aunque se conoce algún poblado de esta época, no se ha hallado ninguno donde llegasen a vivir trescientos adultos varones.
Monumentos funerarios
Estas primitivas comunidades humanas también cazaban, simultaneaban el pastoreo con una agricultura de cereales y mantenían relaciones comerciales, puesto que en algunos enterramientos se han encontrado adornos de conchas del Mediterráneo y sílex del Tajo. Eran sociedades que recogían y acumulaban alimentos para consumirlos en temporadas donde no recogían cosechas. De su paso dejaron monumentos funerarios, los dólmenes, enterramientos colectivos, similares al panteón actual. Un lugar de exposición, donde se colocan los cadáveres, de manera que un individuo que entrara en el interior de uno de estos santuarios asistiría a un espectáculo bastante aterrador al encontrarse con medio centenar de esqueletos.
En el caso de Siega Verde, constituye el ejemplo más espectacular de arte paleolítico al aire libre de la Península desde el 30.000 al 8.000 antes de C. La estación rupestre fue descubierta en 1988 por Manuel Santonja.
Fuente: Salamanca 24 Horas
Fecha: 13/09/2009
Ahora, uno de estos rincones recónditos defenestrados por el olvido de los hombres vuelve a llamar al pomo de la eternidad para reclamar el cetro que le corresponde. El yacimiento rupestre de Siega Verde, situado entre las localidades de Villar de la Yegua, Villar de Argañán y Castillejo de Martín Viejo, junto a la margen izquierda del río Águeda, optará a la declaración como Patrimonio de la Humanidad.
Salamanca cuenta con unos 80 dólmenes inventariados, repartidos en varias zonas, siendo la provincia de Castilla y León donde más estudios se han realizado. Principalmente se asientan en las vegas húmedas, encharcamientos y fuentes naturales que no se secan en verano, destacando la zona del río Tormes entre Cespedosa y Alba, el río Yeltes y el Camaces, aunque en otras zonas de la comarca de Ledesma y el Campo Charro, como Gejuelo, Robliza de Cojos y Villarmayor,entre otros, también se tiene constancia de restos de la cultura megalítica.
Ahora bien, ¿cómo poder colocar estas moles e incluso hincarlas hasta metro y medio en la tierra? No era tan sencillo. Ya en tiempos, el prestigioso arqueólogo francés Jean Pierre Mohen comprobó el número de personas necesarias para mover el techo de un dolmen que pesaba 34 toneladas. Al concluir las excavaciones de un dolmen, invitó a una merienda a los vecinos de la localidad donde llevaba a cabo estos trabajos, aunque con una sorpresa: debían tirar de ese bloque pétreo con unas sogas. Así, colocó la piedra encima de unos rodillos de madera, pero necesitó trescientas personas para moverla. Este ejemplo genera nuevas preguntas, pues, aunque se conoce algún poblado de esta época, no se ha hallado ninguno donde llegasen a vivir trescientos adultos varones.
Monumentos funerarios
Estas primitivas comunidades humanas también cazaban, simultaneaban el pastoreo con una agricultura de cereales y mantenían relaciones comerciales, puesto que en algunos enterramientos se han encontrado adornos de conchas del Mediterráneo y sílex del Tajo. Eran sociedades que recogían y acumulaban alimentos para consumirlos en temporadas donde no recogían cosechas. De su paso dejaron monumentos funerarios, los dólmenes, enterramientos colectivos, similares al panteón actual. Un lugar de exposición, donde se colocan los cadáveres, de manera que un individuo que entrara en el interior de uno de estos santuarios asistiría a un espectáculo bastante aterrador al encontrarse con medio centenar de esqueletos.
En el caso de Siega Verde, constituye el ejemplo más espectacular de arte paleolítico al aire libre de la Península desde el 30.000 al 8.000 antes de C. La estación rupestre fue descubierta en 1988 por Manuel Santonja.
Fuente: Salamanca 24 Horas
Fecha: 13/09/2009
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